TERAPIA DE PAREJA EN LAS DISFUNCIONES SEXUALES

Dr. Alfonso Mendoza Fernández1

 

 

Se hace una revisión de la terapia de pareja en las disfunciones sexuales a partir de los conceptos de la sexualidad humana y la sexología, desarrollándose lo relativo a la significación del síntoma en los diferentes discursos sexológicos.

También se aborda la evolución de la terapia sexual de pareja desde la terapia de Masters y Johnson hasta el modelo integrador de la Clínica Ipswich, precisándose los aspectos más relevantes del marco conceptual y del afronte terapéutico.

Palabras clave: Terapia sexual, terapia de pareja, sexualidad humana, sexología.

This is a review of marital therapy in sexual disorders, since human sexuality and sexology concepts, unfolding the symptom significance in sexual speech. It also broaches sexual therapy since Masters & Johnson up to Ipswich Clinic integrating model, determining the most relevant aspects of concept frame and therapy.

Key words: Sexual therapy, marital therapy, human sexuality, sexology.

Tal vez el hecho más significativo del mundo moderno sea la entrada del sujeto en la historia. El individuo adquiere súbita conciencia de su propia significación, se resiste a ser considerado mera pieza-objeto de un engranaje social y anhela ser él mismo el protagonista de su destino. Pero ello no se dio de la noche a la mañana sino que fue la culminación de un largo proceso que se gestó en la entraña misma de radicales y prolongados cambios sociales.

Paralelamente, en ese mismo marco, la mujer va también cobrando conciencia de su propia condición en el mundo, la cuestiona e inicia un proceso de reivindicación que la ha conducido a la posición que hoy ocupa en todas las dimensiones de la vida social.

Por otra parte, la posibilidad de regular el número de hijos a procrear y aun a determinar el momento de los mismos, gracias a los procedimientos anticonceptivos; la “rehabilitación del placer físico como un aspecto irrenunciable de la vida de pareja; el acceso de la mujer a la educación y la posibilidad de llevar – merced a su trabajo-  una vida autónoma, han transformado profundamente el modo como vive la mujer su cuerpo, su sexualidad, su relación de pareja, abriendo lo sexual a la dimensión erótica- procura del placer -y a la dimensión relacional- expresión de los sentimientos en el diálogo amoroso-, relegando a un segundo plano, aunque sin menospreciar su importancia, la función reproductiva.

La transformación de la intimidad, el nuevo “status” de la mujer, el relanzamiento del erotismo y el desarrollo de la ciencia y la tecnología médicas constituyen el contexto en el cual hay que examinar las perturbaciones de la sexualidad y su afronte terapéutico.

En este trabajo revisaremos la noción de sexualidad, el campo de la sexología, los modelos de sexología clínica, la significación del síntoma sexual y los enfoques modernos que, centrados en la dinámica de la pareja, se han delineado para el tratamiento de las disfunciones sexuales.

I.       ¿Qué es la sexualidad humana?

La sexualidad debe entenderse como un sistema de múltiples niveles que va desde lo biológico hasta lo cultural y cuya función está dirigida principalmente a dos fines: la reproducción y el placer.

Dimensión fundamental del ser humano, la sexualidad constituye un componente básico del amor, el impulso más poderoso del ser humano, que apunta a satisfacer la necesidad de relación, intimidad, aceptación y afirmación de la persona.

Mas, dada su opacidad, su carácter enigmático, su indocilidad, que hace que se resista a ser encuadrada por la trilogía que hace al hombre: palabra, técnica e institución, ella deviene también “el lugar de todas las dudas, de todos los peligros, de los impasses, del fracaso y de la alegría”. (Ricoeur, P., 1960).

II.      La Sexología

Se entiende por sexología el conjunto de discursos producidos sobre el sexo: las reflexiones filosóficas, sociológicas y pedagógicas, las descripciones fenomenológicas, las descripciones clínicas, las producciones literarias y artísticas, los testimonios personales, en suma el fruto de todos los intentos del ser humano por aprehender la inasible esencia de la sexualidad humana, que se nos presenta siempre como maravilla, extravío y enigma.

 

El objeto de tales discursos es la sexualidad, es decir, el fenómeno de la separación, el conjunto de todo aquello que separa a los seres humanos en dos géneros, y de todas aquellas tentativas de adaptarse a esta situación o de superarla a través de los diversos ensayos de reencuentro.

La sexualidad es tan difícil de definir que la sexología debe hacer grandes esfuerzos para –sin dejar de ejercer una cierta violencia- asignarle el estatuto de objeto científico.

El estudio científico de la sexualidad es particularmente complejo y tiene limitaciones éticas difíciles de salvar. Además, las ideas preconcebidas, las concepciones filosóficas o morales, u otras, se hallan siempre en el fondo de cualquier sistema científico, aun cuando no siempre el hombre de ciencia tenga consciencia de ello.

Existen dos corrientes conceptuales en el campo de la sexología clínica:

Una concepción pragmática, centrada sobre el sistema disfuncional sexual, llamada sexología funcional; y

Una concepción discursiva, que –más allá del síntoma- se interesa en los fenómenos de fondo, y que ve la sexualidad como una dimensión englobante, que compromete la totalidad del ser, aproximación denominada psicodinámica.

El modelo sexológico funcional se presenta como una ciencia exacta, fundada en la observación instrumental y experimental del comportamiento humano.

Ella se estructura en un saber categorial –categorías nosográficas- y en un saber nomotético –reconocimiento de las leyes de su funcionamiento- en los planos orgánico, fisiológico y comportamental del acto sexual.

En el campo clínico ella privilegia el tratamiento médico y las técnicas de reeducación de actitudes y comportamientos sexuales, tributarias de la sexoterapia.

El modelo sexológico psicodinámico aparece como más complejo y se nos presenta como una antropología, criticando su estatuto de ciencia o reclamándose como perteneciente al campo de las ciencias humanas: ciencias de la cultura, o del comprender, en oposición a las ciencias de la naturaleza, o del explicar. Ella se sustenta en el psicoanálisis, la psicología diferencial de los sexos y la sociología.

Clínicamente pertenecen a esta concepción las terapias de inspiración analítica, que ven los problemas sexuales como “significantes” en el cuadro de las relaciones interpersonales y del mundo psíquico intrapersonal.

III.    La significación del síntoma sexual

La noción de síntoma está presente en todos los discursos sexológicos. En medicina, el síntoma nos informa de una realidad mórbida o de una perturbación funcional, con la cual mantiene una relación lineal o causal.

En la perspectiva psicodinámica, el síntoma constituye “un significante” más de una red de significantes que forman parte del inconsciente –que se estructura como un lenguaje-, y no se relaciona directamente con el órgano o los órganos afectados.

Para Steichen, R., 1982 pueden identificarse siete concepciones diferentes, que no se excluyen mutuamente, existiendo entre ellas cierto entrecruzamiento y complementariedad, concepciones que nos remiten a determinadas prácticas clínicas.

Así, el  síntoma sexual puede ser considerado:

El síntoma sexual como signo de una enfermedad orgánica

Esta concepción caracteriza el pensamiento de la sexología médica, dentro de la cual la psiquiatría desempeña el rol de contrapeso frente a tendencias marcadamente organicistas, subrayando la importancia de los aspectos psicológicos y relacionales.

 

El síntoma sexual como signo de una disfunción sexual

Esta concepción ve el síntoma sexual como expresión de una inadecuación, es decir, una incapacidad sexual ligada a fallas en las actitudes frente a la sexualidad. Tales disfunciones se inscriben en el campo de la sexología médica.

 

El síntoma sexual como signo de un malestar corporal

Esta concepción nos remite a aquellas perturbaciones vinculadas a una alteración de la imagen de sí mismo, a una falta de confianza en sí mismo, a la incapacidad para aceptar su propio cuerpo, a dejarse llevar por él, a expresarse a través de él.

 

El síntoma sexual como signo de una inadecuación a los modelos socioculturales

Esta perspectiva nos remite a ciertas actitudes frente a la sexualidad que se transmiten de una generación a otra bajo la forma de prohibiciones o mandatos familiares, y que tienden a inhibir la expresión de la sexualidad.

Ellas nos reenvían –a su vez- a los modelos socioculturales que prevalecen en una sociedad en un momento determinado. Así,  “el ser victoriano debía sentir amor sin caer en el sexo, el hombre moderno busca tener sexo sin caer en el amor” (May, R., 1971).

 

El síntoma sexual como el signo de una perturbación de la comunicación

Para la teoría de sistemas aplicada a la familia, el síntoma sexual emerge como el signo de una perturbación de la comunicación dentro de la pareja.

En efecto, la sexualidad, por su dimensión relacional, se nos presenta como un lenguaje, como un sistema de signos sumamente complejo y sensible, el mismo que puede “hablar” bajo la forma de una dificultad sexual cuando la pareja deviene disfuncional.

 

El síntoma sexual como signo de una situación existencial

Desde esta perspectiva el síntoma sexual sería la resultante de una forma peculiar de existencia, de un modo singular de situarse en el mundo y de estar con los otros.

Si en esta situación existencial el ser humano pierde el sentido de su propia mismidad, si es presa de un sentimiento de vacuidad interior, de pérdida de significación de sí mismo, entonces el síntoma sexual puede surgir como expresión de esa imposibilidad de devenir una persona plenamente realizada, auténtica y libre.

 

El síntoma sexual como signo de una estructuración psicodinámica

En la perspectiva psicoanalítica todo síntoma tiene una significación sexual. En tal sentido el síntoma sexual, como cualquier otro síntoma neurótico, nos remite al inconsciente del sujeto, a su mundo pulsional, a sus representaciones, inconsciente que –al decir de Lacan- se estructura como un lenguaje.

En términos psicoanalíticos el síntoma sexual no viene a ser sino una solución de compromiso entre las pulsiones y las defensas del ego. Ello explica que, a pesar de la demanda consciente de curación, el paciente se resista inconscientemente –demanda latente-, a la eliminación del síntoma.

Ante ello el terapeuta responde con una contraparadoja: ignora el síntoma y se centra en la demanda inconsciente. La terapia apunta a que el paciente recupere ese otro discurso, el del inconsciente, y se reconozca como sujeto de deseo. Al producirse la reestructuración del inconsciente, el síntoma sexual desaparece, carece ya de sentido.

Lemaire, J. G. (1980) extiende estos conceptos al campo de la terapia de pareja. Él considera que en toda pareja se da un arreglo inconsciente mediante el cual se mantienen reprimidas las partes no tolerables de cada quien. Este arreglo es dinámico, va experimentando cambios a través del desarrollo evolutivo de la pareja.

El síntoma sexual sería la expresión del fracaso adaptativo, en un momento dado, de la evolución de la pareja y tendría como función mantener el equilibrio precario de la misma. Tal vez sin el síntoma el sufrimiento de la pareja y el riesgo de su desestabilización sería mayor. De ahí que podría decirse que estamos ante una disfunción que funciona bien. Por lo expuesto queda claro que la remoción del síntoma, sin prever y elaborar las consecuencias que ello tendría para la organización psíquica de cada uno de los miembros de la pareja y para la pareja misma, puede ser contraproducente, pues se corre el riesgo de que la pareja se reinstale en la dinámica relacional mórbida que justamente dio nacimiento al síntoma, y se reinicie un nuevo ciclo tal vez con otro síntoma en el mismo sujeto o en el miembro de la pareja supuestamente sano.

 IV.     De la sexoterapia a la terapia sexual de la pareja

La terapia de Masters y Johnson, hacia los años 70, marca el inicio de la sexoterapia.

Ella presta una atención especial a la función erótica, sin descuidar el factor psicológico, pero relegando a un segundo plano la búsqueda de la etiología.

Su objetivo es eliminar el síntoma sexual, aun si estos problemas son la resultante de trastornos con un definido componente psicogénico.

Ella se fundamenta en estudios fisiológicos amplios de la respuesta sexual humana y en una muestra de quinientas parejas tratadas durante un periodo de diez años, entre 1959 y 1969, las mismas que fueron evaluadas luego de un seguimiento que se extendió por un lapso de cinco años.

 

Los principios de base de la terapia de Masters y Jonhson pueden resumirse como sigue:

1.     La dificultad sexual es una patología de la pareja.

2.     La terapia sexual debe ser asumida por una pareja de sexoterapeutas de sexo opuesto.

3.     La terapia se centra en una serie de tareas comportamentales de índole sexual: ejercicios eróticos.

4.     Para romper el círculo vicioso del fracaso se prohíbe a la pareja el esforzarse en alcanzar el coito o el orgasmo, demandándosele –por el contrario- concentrarse en obtener placer y no en cumplir una performance sexual.

5.     Para algunas disfunciones se añaden técnicas específicas, y

6.     Cada pareja tiene un programa terapéutico intensivo –dos semanas- en un contexto de vacaciones eróticas.

 

Tres décadas después de la revolución masteriana la terapia sexual se ha ido innovando gracias a la experiencia recogida a través de la práctica sexológica, siendo los aportes más significativos los siguientes:

1.         Valoración de la dimensión pscoterapéutica de la sexoterapia

Siendo una terapia básicamente orientada a la remoción del síntoma, la terapia masteriana, al relegar a un segundo plano los factores psicológicos, veía restringida su eficacia cuando, ante la emergencia de tensiones o conflictos intrapsíquicos o relacionales, se instalaban bloqueos que tornaban inaplicables las técnicas comportamentales.

Ahora se acepta que no hay un problema sexual puramente físico y otro puramente psíquico; por tanto, así como la evaluación, la terapia debe ser integral.

2.        La tendencia hacia modelos integrativos

            Fue Kaplan, H.S. (1974) quien –por vez primera- trató de integrar dos enfoques terapéuticos: la sexoterapia y el psicoanálisis.

Para ella las técnicas comportamentales y psicopedagógicas operaban en el nivel superficial o “inmediato”, mientras que la psicoterapia psicoanalítica lo hacía en el nivel profundo o “remoto”.

Luego surgieron otros enfoques que aportaron técnicas igualmente valiosas, como el enfoque cognitivo, el sistémico familiar, entre otros.  

3.          El valor diagnóstico de la reeducación sensorial

Instrumento importantísimo de la sexoterapia, la prescripción de ejercicios eróticos se reveló también como un valioso test diagnóstico, poniendo al descubierto problemas tanto personales como relacionales, proporcionando así información relevante para el delineamiento de un programa terapéutico ajustado a las necesidades de cada pareja.

4.          La aparición de modelos más flexibles

Las exigencias de la realidad y los hallazgos de la investigación sexológica tornaron más flexibles los programas sexoterapéuticos.

Así, la pareja de sexoterapeutas  cedió su lugar a un solo terapeuta; el tratamiento en un contexto de vacaciones fue reemplazado por el tratamiento ambulatorio; las sesiones diarias por sesiones semanales o quincenales; en algunos casos se ensayó trabajar con un solo miembro de la pareja; finalmente, la sexoterapia se aplicó también a parejas homosexuales...

V.      El modelo de la Clínica Ipswich, Gran Bretaña

Una muestra de la tendencia a la integración es el Modelo de Ipswisch, Inglaterra, que, siguiendo a Guirguis, W., 1991, me parece importante conocer en sus aspectos más relevantes:

•         La clínica pertenece a un hospital psiquiátrico.

•         El jefe de equipo es un psiquiatra con formación psicoterapéutica.

•         La terapia se centra en la pareja, aunque en algunos casos ella puede ser realizada  con un solo miembro de la pareja.

•         La evaluación y el abordaje terapéutico comprenden los factores físicos, psíquicos y relacionales.

•         La terapia es dirigida por un solo terapeuta, sin importar el género.

•         El programa se prolonga por seis a ocho sesiones, de 45´ a 60´ cada una, siendo citada la pareja cada dos o tres semanas.

El modelo de causalidad adoptado por la Clínica Ipswich tiene como rasgos principales los siguientes:

1.      Integra fragmentos de otros modelos.

2.      Tiene en cuenta los factores físicos, psíquicos y relacionales.

3.      Conceptualiza la dificultad sexual como una condición “dinámica”, que se modifica a través del tiempo;

4.      Enfatiza que –casi siempre- son las soluciones inadaptativas ensayadas por la pareja las que perpetúan la disfunción.

Este modelo es sumarizado en la figura que a continuación mostramos:

 

EL CÍRCULO VICIOSO DEL FRACASO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A.      Factores predisponentes

Estos factores tornan a la gente más susceptible para reaccionar ante las situaciones estresantes con una disfunción sexual. Ellos son:

1.  Falsos conceptos y creencias erróneas

Transmitidas –sin cuestionamiento- de generación en generación, estas nociones pueden perturbar la expresión de la sexualidad.

Ellas pueden asumir la forma de prohibiciones, tales como:

•         Una chica buena no debería tener relaciones sexuales, y si lo hace no debería disfrutarlas.

•         Una mujer no debería decirle a su pareja lo que ella desea: si él realmente la ama, debería saber lo que ella quiere.

•         Los hombres no deben tener sentimientos, y si los tienen deben reprimirlos. Lo contrario constituye un signo de debilidad.

 

Pero, también pueden asumir la forma de creencias erróneas, tales como:

•         Si un hombre quiere realmente a su pareja debería ser capaz de reaccionar siempre con una erección.

•         La consistencia de la erección de un hombre es una medida de cuánto ama a su pareja.

•         Un hombre debe ser capaz de proporcionar siempre un orgasmo a su pareja. Si no lo hace es porque la menosprecia.

 2.  Expectativas no realistas

Ellas son fruto del desconocimiento con respecto al sexo.

Ejemplos:

•         La pareja debería alcanzar siempre un orgasmo simultáneo.

•         El tamaño del pene y la estrechez de la vagina determinan el monto de placer que se deriva de la actividad sexual.

•         Un hombre enamorado de su pareja no puede fracasar en lograr una erección con ella.

Estas expectativas generan una enorme presión sobre hombres y mujeres y los conduce a vivir el acto sexual como una prueba y no como una oportunidad para disfrutar del placer.

3.  Dificultades en la comunicación interpersonal

La sexualidad es una forma de comunicación. Si la comunicación dentro de la pareja es pobre, ambigua o indirecta, ella puede dar lugar a distorsiones o lecturas erróneas que tensan la dinámica conyugal y, muchas veces, se expresan bajo la forma de una disfunción sexual. Por ejemplo, la falta de deseo puede estar reflejando el enojo en una relación de pareja.

4.  La vulnerabilidad física

La disfunción sexual, cualquiera que sea la causa principal, tiene siempre un componente físico.

Algunas personas –por causas constitucionales o adquiridas- tienen una mayor fragilidad y pueden responder ante una situación estresante con perturbaciones psicosomáticas, incluida una disfunción sexual.

B.      Factores precipitantes

La interacción de una pareja particularmente vulnerable con uno o más de la lista de factores precipitantes que aquí mostramos, puede conducir inicialmente a un fracaso, el cual puede ser superado, pero si ello no sucede entonces el fracaso tiende a perpetuarse, introduciéndose la pareja en “el círculo vicioso del fracaso”:

1. Problemas de la pareja

•         Médicos: Mastectomía, histerectomía, prostatectomía, cardiopatías, o esterilización.

•         Embarazo o parto

•         Pérdida de la libido

•         Anorgasmia

•         Coito doloroso, debido a menopausia o vaginismo.

•         Eyaculación prematura

2.  Problemas físicos

•         Enfermedad Por ejemplo: diabetes, hipertensión, cardiopatía.

•         Dolor debido a cicatrices o a una osteoartritis.

•         Enfermedades de transmisión sexual, o el miedo a contraerlas.

3.  Problemas Psicológicos

•         Depresión: endógena, reactiva o post-parto

•         Ansiedad relacionada con la salud, las finanzas o las relaciones interpersonales.

•         Inseguridad acerca de sí mismo, de su futuro o de la fortaleza del vínculo de la pareja.

•         Miedo al embarazo, o ambivalencia con respecto a él.

 4.  Crisis del ciclo vital

•         Pérdida de la esposa por fallecimiento o divorcio.

•         Pérdida de “status” por cese o retiro temprano del trabajo.

•         Muerte o enfermedad en la familia

•         Relaciones extramaritales

•         Pérdida de los niños, a causa de la escolaridad o porqué se van de la casa.

VI.     EL CÍRCULO VICIOSO DEL FRACASO

Este círculo comienza a configurarse cuando uno de los miembros de la pareja falla en alcanzar una de las fases de la respuesta sexual humana, como por ejemplo la falta de deseo, o la dificultad en lograr y mantener una erección. En ese instante puede instaurarse un temor a volver a fracasar. La expectativa de un nuevo fracaso embarga de temor al sujeto y, a la manera de una profecía autocumplidora, lo más probable es que ante uno y otro intento vuelva a fallar. Una vez establecido el círculo vicioso del fracaso, éste tiende a perpetuarse, precisamente porque la pareja intenta más de lo mismo y cada ensayo infructuoso no hace sino intensificar el miedo a no ser capaz de tener una respuesta satisfactoria.

Por ejemplo, si un hombre experimenta una falla en la erección muy posiblemente se llenará de inquietud, de dudas acerca de su virilidad. El paso siguiente es tratar de forzar una erección concentrándose en ello, como si la erección fuese un acto que responde a una orden intelectual. Al interferir así con un proceso que es básicamente instintivo-afectivo, lo único seguro a lograr es un nuevo fracaso. Entonces, ante la reiteración de su impotencia, el hombre se siente profundamente avergonzado y frustrado, experimentando cólera contra sí mismo o contra su pareja. El paso subsiguiente es una conducta de evitación, utilizando diversas estratagemas para no involucrarse en una situación que pueda conducirlo a una relación sexual.

Correlativamente a este proceso la pareja experimenta -igualmente- sentimientos diversos. En un primer momento puede reaccionar con el silencio, o asumir una actitud comprensiva, tratando de minimizar el hecho o expresando su confianza en que la próxima vez todo saldrá  bien. Pero, si esto no sucede, ella ensayará otros modos de ayudarlo, tal vez instándolo a que trate de concentrarse, o quizás desplegando todo su arte amatorio, con lo cual lo único que consigue es incrementar la presión psicológica sobre su compañero. Si, como habitualmente ocurre, la disfunción persiste, ella comienza a sentirse desalentada, frustrada, enojada. Así, puede tornarse crítica: “no estás esforzándote como es debido”, suspicaz: “tal vez estás acostándote con otra”, o irónica: “nos amaremos como dos hermanos”. Aunque la intención de ella sea provocarlo, para generar en él una respuesta que lo haga afirmarse en su virilidad, lo único que consigue es acentuar su desmoralización.

En ese momento ella vuelve la mirada hacia sí misma, interrogándose si no será ella la responsable, imaginando que ha dejado de ser atractiva para su compañero, o que éste ha dejado de amarla. Algunas mujeres pueden incluso buscar una relación extra marital para asegurarse de que no han perdido su capacidad de seducir y excitar a un hombre.

Reacciones similares pueden darse en caso de otra disfunción. Lo que debe subrayarse, cualquiera sea la dificultad sexual, es que las soluciones ensayadas por la pareja no son tales; en realidad ellas llegan a constituirse en el problema.

Además, en la práctica, no es el problema original el que lleva a la pareja a la terapia, sino  las complicaciones adicionales generadas por el círculo vicioso del fracaso, a la manera del efecto bola de nieve, que provoca un alud de respuestas inadecuadas.

VII.    EL MODELO TERAPÉUTICO

El foco de la terapia es “el aquí y el ahora”. Centrándose en lo que la pareja está haciendo y que, como acabamos de ver, ha contribuido a tornar más compleja, tensa y confusa la situación.

Es conveniente abordar todos aquellos eslabones críticos que forman parte de la cadena que desmoraliza y paraliza a la pareja. Procediendo así, no sólo se quiebra el círculo vicioso sino que se previenen futuras dificultades, posibilitando que la pareja aprenda nuevos modos de expresar su sexualidad de modo tal que se enriquezca y consolide el vínculo de pareja (ver la siguiente figura).   

EL MODELO TERAPÉUTICO:
Rompiendo el círculo vicioso del fracaso

 

 

A.      Tratamiento de los factores predisponentes

Este tratamiento comprende:

1.          La reestructuración cognitiva

La reestructuración cognitiva apunta a invalidar los falsos conceptos y modificar el sistema de creencias erróneas.

Por ejemplo se le pregunta a ella cuál es la razón por la que considera que es impropio asumir la iniciativa sexual, o expresar su deseo de ser estimulada de un modo que le resulte más placentero.

Por otra parte se pretende que la pareja se sienta cada vez más libre para expresar sus sensaciones y deseos sexuales, abriéndose a la perspectiva de disfrutar de la actividad sexual y dejar de obsesionarse en la “performance sexual”.

2.          La modificación de las expectativas

En el contexto de seguridad y de respeto inherente a la terapia, la pareja aprenderá que no tiene nada de malo experimentar deseos sexuales; que no siempre una persona se halla con disposición para el acto sexual; que buscar el placer para uno mismo es tan legítimo como proporcionar placer a su pareja; que algunas veces uno puede fracasar; que no siempre se puede alcanzar el orgasmo simultáneo, y a veces ni siquiera el orgasmo.

Además, realistamente, cada pareja tendrá que aceptar las limitaciones corporales reguladas por la edad, los cambios hormonales, un malestar físico.

Por otro lado, conviene reflexionar que lo que denominamos éxito y fracaso depende mucho de los criterios que definen el éxito, y que los criterios –por definición- siempre están sujetos a critica y van modificándose continuamente. Por lo tanto, lo que es bueno para una pareja, aun cuando se aleje de la norma estadística, no debería impulsarnos a prescribir una terapia, y debemos cuidarnos de imponer nuestros criterios. Alguien decía que la sexualidad es la crema del pastel conyugal; que incluso con una crema mediocre, el pastel puede seguir siendo sabroso. Sin crema, el pastel disgustaría a la mayoría de personas, aunque para unos pocos ello no constituiría un grave problema. Pero, sin un buen pastel debajo de ella, la crema puede conducir a la saciedad y llegar a cansar.

3.          La corrección de las perturbaciones comunicacionales

•         Las perturbaciones de la comunicación no solamente pueden ser causa sino también consecuencia de una disfunción sexual.

•         Watzlawick y cols. (1972) nos han mostrado que es imposible dejar de comunicar; que la comunicación se halla en el corazón mismo de una relación; y que muchas veces el síntoma sexual es un mensaje no verbal, una metáfora, que nos remite a un problema intrapersonal o interpersonal.

De acuerdo con Guirguis, W., 1991, hay cinco modos de mejorar la comunicación de la pareja:

3.1        Pasar más tiempo juntos

•         Mejorar la comunicación requiere que la pareja invierta tiempo en ello.

•         El terapeuta los alienta a explorar cómo lograrlo:

•         Regular el uso de la T.V.

•         Dejar de asistir a algunos compromisos sociales

•         Programar actividades placenteras conjuntas.

3.2       Crear un clima de seguridad y confianza mutua

Este clima puede lograrse si la pareja se compromete a ceñirse a ciertas reglas básicas:

a.      Comenzar por conversar acerca de temas sobre los que no hay desacuerdo, por ejemplo los “buenos momentos” de su vida de pareja.

b.     Parar la conversación si surge algún malentendido y retomarla en otro momento.

c.      Asumir la responsabilidad por sus propios sentimientos, sin culpar a otro por ellos.

d.     Tratar de expresar sus sentimientos de una manera clara y directa

e.      Cesar de “interpretar” lo que piensa y siente su pareja. Si se  tiene dudas pedir una aclaración.

f.       Acordar, al menos inicialmente, que el mensaje verbal prevalecerá sobre el no verbal. Por ejemplo, si uno está enojado debe decir que está enojado. Si dice que no le pasa nada o que está contento, negando sus sentimientos, su pareja se confundirá y las consecuencias las sufrirán ambos.

g.     Aprender a pedir lo que uno desea y no esperar que le dén lo que no ha solicitado.

h.     No descalificar a su pareja acerca de sus sentimientos, e

i.        Aprender a respetar las opiniones y sentimientos de su pareja, sobre todo si uno discrepa con ellas.

3.3.      Desarrollar un lenguaje común

•         A través de la vida en común, cada pareja va construyendo un código lingüístico que le es propio.

•         En el marco de la vida conyugal, las palabras y las cosas adquieren nuevos significados, en parte conscientes, en parte inconscientes.

•         Aun así, en ocasiones pueden surgir desacuerdos sorprendentes. En su novela “La insoportable la verdad del ser”, Kundera, M., 1994, describe bellamente lo que queremos explicar.

•         Es que las palabras pueden aclarar el sentido de las cosas pero también pueden oscurecerlos porque los seres humanos estamos ensayando constantemente encontrarle nuevas significaciones a los que sentimos, existiendo siempre la posibilidad de una nueva mirada a lo que generó nuestros sentimientos y nuestras creencias, y por tanto siempre hay la posibilidad de una nueva significación en la que se mezclan realidad y fantasía, razón y locura, pasado y presente.

•         Mas, volvamos a Kundera, en su análisis de lo que para una pareja de amantes significan luz y oscuridad.

•         “Para Sabina, vivir significa ver. La visión está limitada por una doble frontera: una luz fuerte, que ciega, y la total oscuridad. Posiblemente esto es lo que determina el rechazo de Sabina a cualquier extremismo.

•         La palabra “luz” no despierta en Franz la imagen de un paisaje sobre el cual descansa el blanco resplandor del día, sino la de la fuente de luz en sí; el sol, la lámpara, el reflector...

•         Al igual que la luz, le atrae la oscuridad. Sabe que en nuestro tiempo se considera ridículo apagar la luz mientras se hace el amor y por eso deja encendida una pequeña lámpara encima de la cama. Pero cuando penetra a Sabina, cierra los ojos. El gozo que lo inunda requiere oscuridad. Esa oscuridad es pura, limpia, sin imágenes ni visiones, esa oscuridad no tiene final, no tiene fronteras, esa oscuridad es el infinito que cada uno de nosotros lleva dentro de sí.

•         En el momento en que el gozo se extiende por su cuerpo, Franz se estira y se diluye en el infinito de su oscuridad, él mismo se vuelve infinito. Pero cuanto mayor se vuelve un hombre en su oscuridad interior, más disminuye en su apariencia externa. Un hombre con los ojos cerrados, a Sabina le desagrada esa visión, no quiere mirar a Franz y por eso cierra también los ojos. Pero esa oscuridad no significa para ella el infinito, sino simplemente la disconformidad con lo que se ve, la negación de lo visto, el rechazo a ver” (op. Cit., pg. 100-101).

•         A todo lo dicho habría que agregar que si uno habla con el lenguaje del corazón y el otro le responde con el de la razón, es probable que ambos se sientan frustrados y confundidos.

3.4        Esclarecer las distorsiones provenientes de emociones no resueltas.

Emociones intensas, ligadas a experiencias penosas y conflictos no resueltos pueden ensombrecer la comunicación, distorsionar los mensajes y generar confusión, bloqueando la posibilidad de una comunicación fluida que apunte a resolver los problemas o simplemente a fortalecer o redefinir la relación.

En el marco de la terapia se alienta a expresar y esclarecer estas emociones y “heridas” no elaboradas.

En tales casos, conceptos y técnicas del enfoque psicodinámico pueden resultar útiles.

3.5      Aprender el arte del compromiso

•         Así como cada pareja construye su propio código lingüístico, así también debe escribir un nuevo libreto conyugal, modificando la visión de la vida de pareja que cada quien aporta desde su propia familia de origen.

•         Ello significa que ambos deben aprender a negociar para establecer las reglas que han de regir su vida en común y el modo de resolver los conflictos entre esas reglas.

•         Si la pareja adopta una dinámica de cooperación en lugar de una competitiva será posible que alcancen soluciones de consenso que enriquezcan su relación.

4.          Los tratamientos físicos

•         Allí donde se detecte un factor físico hay que recurrir a los medios físicos de tratamiento, lo que no significa descuidar los otros factores.

•         El tratamiento físico no sustituye a la terapia sexual, forma parte de ella.

•         Las técnicas de relajación, masaje y expresión corporal son tan importantes como las técnicas sexuales específicas y las técnicas psicoterapéuticas, así como los fármacos de reciente aparición usados en el tratamiento de la disfunción eréctil: inyección de sustancias vasoactivas en los tejidos cavernosos del pene, el sildenafil o la apomorfina, entre otros.

Los sexoterapeutas que no tengan una formación médica deben saber reconocer cuándo y dónde es necesaria la intervención médica o la utilización de medios físicos de tratamiento.

B.      Tratamiento de los factores precipitantes

Si un factor precipitante es identificado y se encuentra todavía incidiendo negativamente, hay que abordarlo terapéuticamente sea que se trate de factores médicos, de problemas psiquiátricos, de una disfunción marital o de situaciones de crisis.

VIII.  ¿Cómo romper el círculo vicioso del fracaso?

Si las soluciones inadaptativas ensayadas una y otra vez por la pareja son las que han reforzado y amplificado el problema, se requiere adoptar una solución diametralmente opuesta, vía una prescripción paradojal.

Los principios básicos que rigen esta terapia son:

 

1.          La disfunción sexual es un problema de pareja

•               Éste es uno de los aportes de la terapia masteriana.

•               Tratar de encontrar quién es el responsable de la falla no sólo es inútil sino, a menudo, imposible.

•               Aceptar la responsabilidad conjunta contribuye a aliviar los sentimientos de vergüenza y culpa, y los predispone a cooperar en la tarea terapéutica.

2.        Los miembros de la pareja no deben esforzarse demasiado

Esforzarse, la solución lógica adoptada por la pareja, ha devenido el problema. A esta paradoja hay que oponerle una contraparadoja terapéutica.

•               La pareja debe aceptar que la razón no comanda la excitación; que ésta sobreviene cuando uno se deja llevar por la corriente instintivo-afectiva.

•               Como anotan Zwang, G. y Romieu, A. (1979), el acto sexual no es un “acto administrativo”: no se trata de una introducción reglamentaria del pene en la vagina una vez que la decisión ha sido tomada.

•               Lo que los miembros de la pareja requieren es hacer menos. Lo que necesitan es gozar, disfrutar, divertirse.

Recordemos que el juego es fundamental en el desarrollo psicosexual del ser humano y que a través de él se asumen actitudes y comportamientos que más tarde tendrán repercusiones en su actividad socio sexual. Por tanto la pareja hará bien en retornar el juego como un medio de expresarse con libertad y así poder gozar de su sexualidad.

3.          Cada quien debe concentrarse en su propio placer

•               El sexo no debe ser un acto de caridad, un favor o un sacrificio.

•               Es deseable proporcionar placer a su pareja, pero es también legítimo tratar de obtener placer para sí mismo.

•               Para Guirguis, W. (1991), muchas veces las disfunciones se agravan porque no se es “suficientemente egoísta”. Él piensa que si uno se concentra en su propio placer liberará las posibilidades de su pareja de atender sus propias sensaciones y disfrutar del sexo.

4.           La pareja debe concentrarse en disfrutar de su sexualidad y no en la performance

•               La pareja falla porque se esfuerza demasiado en alcanzar una meta.

•               El terapeuta sugiere –prescripción paradojal- que no se propongan alcanzar la tan deseada meta. Si no hay meta no hay falla. Es más, se prescribe el “fracaso”: se prohíbe el tocarse los genitales, excitarse, llegar al orgasmo. Lo que se espera es que, al final del programa, en cierto modo una desensibilización progresiva, puedan hacerlo, contraviniendo la prohibición del terapeuta, pero en el intervalo la pareja aprenderá un nuevo modo de vivir su erotismo.

¿Cómo poner en práctica estos principios?

En realidad acabamos de delinear el programa terapéutico. En resumen se trata de:

1.     Restablecer la comunicación en el seno de la pareja.

2.     Corregir las nociones fragmentarias o erróneas acerca de la sexualidad.

3.     Mantener o reavivar el erotismo.

4.     Prescribir una reeducación sensorial progresiva.

5.     Alentar la adopción de un nuevo estilo erótico, ajustado a sus propios deseos y valores, y

6.     Utilizar racionalmente los tratamientos físicos, los fármacos y las técnicas psicoterapéuticas y sexoterapéuticas específicas para cada disfunción.

IX.     Palabras finales

Si al término del proceso cada miembro de la pareja ha recuperado la confianza en sí mismo, y la pareja ha aprendido a expresar sus sensaciones, deseos y sentimientos a través de un diálogo auténtico, a la vez respetuoso y lúdico; si, además, ella se ha reinsertado en un proyecto de vida que los muestre –a él y a ella- abiertos al mundo de los objetos y al mundo relacional, aceptando sus limitaciones pero conscientes de sus posibilidades, entonces podrá decirse que la terapia ha logrado su cometido.

REFERENCIAS

 Guirguis, W. (1991). Sex therapy with couples. En: Couple Therapy: a hand book. Ed. By Hooper, D. and Dryden, W., p. 138-164. Open University Press. Philadelphia. Great Britain.

Kaplan, H. S. (1983). The evaluation of sexual disorders. Psychological and medical aspects. Ed. Brunner-Mazel. N. York, USA.

Kundera, M. (1994). La insoportable levedad del ser. Ed. Tusquets. Barcelona. España.

Masters, W. H., Johnson, V. E. (1971). Les mésententes sexuelles et leur traitement. Ed. Marabout. France.

May, R. (1971). El amor y la voluntad. Edit. Emecé. B. Aires. Argentina.

Ricoeur, P. (1960). La sexualité: la merveille, l´errance, l´enigme. En Esprit 289, Nov. pg. 1665-1676. París.

Steichen, R. (1982). Le marché de la sexologie. Cahiers Sc. Fam. Et Sex., N° 5, mai 82, pg. 195-247 Louvain La Neuve. Belgique.

Watzlawick, P., Beavin, J.H., Jackson, D.D. (1972). Une logique de la communication. Ed. du Seuil. Paris.

Zwang, G., Romieu, A. (1979). Précis de Thérapeutique Sexologique. Ed. Maloine. Paris.

 

1 Ex – Jefe del Departamento de Familia y Sistemas Humanos del Hospital Hermilio Valdizán. Profesor Principal del Departamento Académico de Psiquiatría, U.N.M.S.M