ENEMIGOS ÍNTIMOS: FACTORES COGNITIVOS EN

LA VIOLENCIA EN LAS CITAS DE ADOLESCENTES

 

Haydeé Aguado Molina[1]

Raquel Silberman Pach[2]

 

 

 

 

Se describen las características de la violencia en las citas de parejas de adolescentes, los mitos y realidades que enmarcan las representaciones de las relaciones abusivas, así como los factores de riesgo y los perfiles de comportamiento que hacen más probable que una relación de enamorados se encuentre teñida por el abuso físico, sexual o emocional.

 

A partir de los aportes de las teorías cognitivas contemporáneas, se explora el importante rol de las cogniciones en la iniciación y mantenimiento de actos agresivos. Con este fin, se recurre a los aportes de la Teoría del  Aprendizaje Social, a los modelos del procesamiento de información y a las conceptualizaciones cognitivas de Aaron Beck y Albert Ellis. Finalmente, se incluyen algunas sugerencias a modo de estrategias de prevención y de abordaje oportuno de la violencia en el período romántico de las parejas.

 

Palabras clave: Cognición, Violencia en las Citas, Adolescencia

 

 

The patterns of violent behavior among adolescent couples, against the background of the myths and realities that
support the whole spectrum of abusive relationships, are portrayed to elucidate the risk factors and behavioral
profiles useful to predict physical, sexual or emotional abuse in their transactions.

 

Taking into account modern cognitive ways of thinking, the role of certain cognitions in the initiation and maintenance
of aggressive behavior is explored. The theoretical contributions of the Social Learning school, information processing
and those from Aaron Beck and Albert Ellis are reviewed to that end. Some suggestions addressed to implement
prevention strategies are proposed for an accurate approach towards any violent outburst disturbing the romantic
relationship of these couples.

 

Key words: Cognition, Dating violence, Adolescence.

  El amor es un acto creativo,

es la construcción de algo

a partir de la nada

Jacobo Grinberg

 

Las creaciones de la existencia

 

           

En los últimos años, la simple observación de la práctica clínica y la demanda de atención en la consulta psicológica nos enfrenta a una realidad cotidiana que, muchas veces, pasa desapercibida y sólo es atizada por los estridentes titulares de los tabloides. La violencia en el período del amor romántico es mucho más frecuente de lo que se piensa y, lo que es peor, en la vasta mayoría de los casos tiende a perpetuarse cuando las parejas formalizan su relación vía el matrimonio. Hay una verdad que debe ser afirmada tácitamente: el matrimonio no cura el comportamiento violento previo.

 

Se define a la violencia en las citas como cualquier ataque sexual, físico o psicológico de una pareja sobre la otra en una relación de enamorados. Esta definición refleja la creencia de que todas las formas de abuso son perjudiciales y dignas de asumirse seriamente. En las relaciones de enamorados puede ocurrir un amplio rango de acciones agresivas y perjudiciales, y que van más allá de lo que la gente tradicionalmente cree que es un “serio” abuso, es decir, la violencia física y sexual. Aun cuando el hombre y la mujer pueden actuar abusivamente, el abuso de la mujer por el hombre es más pervasivo y habitualmente más severo.

 

Los trabajos de investigación en el área de la violencia en las citas han puesto de manifiesto una serie de mitos –representaciones sociales e individuales –que alientan y facilitan la puesta en escena de comportamientos abusivos y de clara connotación agresiva. Ginsburg (1988) acuñó el término “escrituras” para referirse a las estructuras cognitivas y de desempeño que organizan la comprensión que una persona hace de los eventos y que guían su acciones en una variedad de situaciones. Una “escritura” define cómo se comporta una persona, toma decisiones y percibe su propia conducta y la conducta de las personas con quienes interactúa. Las “escrituras” existen a nivel cultural, interpersonal e intrapersonal. De acuerdo al mismo autor, las “escrituras” están presente a lo largo del desarrollo de la persona, pero los cambios en las relaciones las pueden modificar en cualquier etapa de la vida. Las “escrituras” de las relaciones resultan plenamente desarrolladas cuando la persona se compromete en una relación “seria”.

 

Con relación a lo anteriormente anotado, el hombre y la mujer de las sociedades contemporáneas parecen tener diferentes “escrituras” acerca de las relaciones. Los investigadores han encontrado que las mujeres están más sujetas a las “escrituras” románticas de las relaciones, mientras que los hombres se adscriben a las “escrituras” de la aventura donde se alientan rasgos característicos como la independencia y la conquista. Es en este punto donde hace falta examinar las “escrituras” de dependencia en las relaciones abusivas del período del amor romántico, en tanto éstas toman en cuenta tanto las influencias internas como ambientales sobre la gente.

 

En la siguiente tabla se reproducen algunas de  las “escrituras” que, tanto a nivel individual como cultural, se han convertido en verdaderos mitos que guían el comportamiento de las personas en las relaciones románticas y que, en la vasta mayoría de casos, favorecen la violencia en las citas. Al lado de cada mito, se inserta su contraparte más acorde con lo que sucede en la realidad.

 

MITOS Y REALIDADES ACERCA DE LA VIOLENCIA EN LAS CITAS

 

MITO

REALIDAD  

La mujer se encuentra en un gran riesgo de ser atacada por extraños

Los estudios señalan que la mujer está en un gran riesgo de ser atacada por hombres que ella conoce. Las parejas de citas son más peligrosas que los desconocidos.

Los celos son un signo de amor

Los celos son los que más propician la violencia en las relaciones de enamorados. Cuando un hombre acusa continuamente a una mujer de flirtear o de tener una aventura, y tiene sospechas de todos aquellos a quienes ella ve, se está mostrando posesivo y controlador.

Si un hombre golpea a su pareja, ella lo debe haber provocado de alguna manera

Nadie merece ser golpeada. Ya sea que haya o no haya provocación, la violencia es siempre nociva. Jamás soluciona problemas, aunque con frecuencia silencia a la víctima.

La mujer que está en una relación de enamorados abusiva, permanece allí porque le agrada que abusen de ella.

La mujer que es abusada por su pareja de citas no permanece en la relación porque le gusta ser maltratada. La mayoría de las víctimas desean mejorar sus relaciones antes que terminarla. Las chicas adolescentes, en especial, sienten la presión social para permanecer allí, porque tener un enamorado “malo” es mejor que no tenerlo.

El hombre no puede controlar sus urgencias sexuales, y si una mujer logra excitar a su pareja de citas, ella merece lo que recibe.

El hombre es capaz de controlarse a sí mismo. Forzar a tener sexo a la pareja es ilegal. Aun si una mujer ha consentido en intercambiar besos y caricias, ella tiene el derecho de controlar su propio cuerpo. Cuando una mujer dice NO o NO MÁS, el hombre esta obligado a detenerse por prescripción de la ley.

El hombre tiene derecho a esperar favores sexuales si ellos pagan en las citas o si tiene una larga  relación con una mujer

Este mito es particularmente persistente entre los adolescentes. De hecho es poco razonable esperar sexo como una reciprocidad a la iniciación y solventación de la cita. Y las relaciones prolongas no ameritan de por sí “dar la prueba de amor”. El sexo es voluntario y ambas parejas deben estar de acuerdo cuando se encuentres listas.

Quizás las cosas mejoren

Una vez que la violencia comienza en una relación de enamorados, usualmente empeora si no hay una intervención oportuna. Esperar y tener la esperanza de que él cambie no es una buena estrategia. Las parejas en una relación abusiva necesitan resquebrajar el patrón.

“Etiquetar” no hiere a nadie

Con frecuencia el abuso emocional es considerado inocuo; pero el uso de etiquetas hiere, por eso la gente las usa. El abuso emocional disminuye la autoestima de la víctima, algunas veces permanentemente. Para algunas mujeres es el aspecto más dañino de las relaciones abusivas.

Puedo conocer si un chico será un “abusivo” con sólo mirarlo

Los abusadores vienen en todos los estilos y formas. No es el estereotipado hombre lleno de músculos que es retratado por los medios. Están en el colegio, en el grupo de amigos, en la fiesta y aún en la casa vecina.

¡Nunca me sucederá esto!

La violencia en las citas puede sucederle a cualquiera. No está limitada a una clase social particular, o a un único grupo racial o étnico. Algunas mujeres son victimizadas en su primera cita mientras otras son atacadas al cabo de un largo período de enamorados.

 

Existe una abundante literatura que sustenta el uso de la violencia en las relaciones de parejas, en especial dentro del matrimonio. Sin embargo, a pesar de que existe suficiente evidencia respecto al empleo de estrategias violentas en las etapas previas a la formalización de una relación de pareja (llámese enamoramiento o noviazgo), no se ha prestado la debida atención a los factores implicados en la escalada violentista, ni se ha apreciado en su real dimensión el rol de las influencias cognitivas (creencias, expectativas, atribuciones, etc.). Es más, parejas de enamorados que ya tienen la experiencia de la violencia  en su relación llegan a formalizarla con la peregrina idea de que el matrimonio hará su milagrosa obra de sanación al respecto.

 

Durante los últimos años, numerosas encuestas llevadas a cabo en estudiantes adolescentes han revelado que aproximadamente entre un 20 y 60 % de respondientes (de ambos sexos) reportan el uso de alguna forma de agresión física contra su pareja de cita. Los actos agresivos más frecuentemente reportados, tanto por hombres como por mujeres, consisten en formas “moderadas” de violencia como empujar, agarrar con fuerza y pellizcar. No obstante, pese a la presencia de estos actos violentos, entre un 30 y 77 % de los implicados en relaciones abusivas manifestaron su decisión de continuar la relación, y la mayorías de estas personas (50-85 %), tanto hombres como mujeres, creían que la calidad de su relación sería la misma o aun más fuerte después de los actos violentos, tal vez porque el acto agresivo es interpretado frecuentemente como un signo de amor (Worth, Matthews & Coleman, 1991). Algo bastante parecido a la extendida representación popular del “amor serrano” (“más me pegas, más te quiero”) que, como bien se pone de relieve en el primoroso libro Amor Brujo, más parece una idea prejuiciada  no exenta de racismo (Millones y Prats, 1989).

 

Más aun, los datos también indican que un porcentaje sorprendentemente significativo de estudiantes adolescentes asumen que ciertas formas de agresión en la relación (p.e., asir fuertemente, pellizcar) son aceptables o justificables en muchas  circunstancias. En conjunto, estos hallazgos sugieren  que (1) la conducta violenta es relativamente común entre las parejas de enamorados, (2) muchas relaciones violentas pueden permanecer intactas, lo que probablemente conduzca en el futuro a una elevada probabilidad de actos de violencia, y (3) los factores cognitivos, como las creencias acerca de la aceptabilidad de la violencia y las interpretaciones respecto a lo que la violencia “significa”, pueden jugar un rol significativo en el inicio y mantenimiento de la violencia en las citas pre-matrimoniales (Bethke & DeJoy, 1993).

 

Aun cuando la determinación de la verdadera proporción de la violencia en las citas resulta difícil debido a las amplias diferencias reportadas en los estudios disponibles,   varias características generales de la violencia en las citas parecen claras  (Capaldi & Crosby , 1997):

 

§  Un significativo número de adolescentes experimentan la violencia dentro de las relaciones de enamorados.

 

§ Tanto los jóvenes como las jóvenes están implicados en  infligir y recibir violencia física dentro de las relaciones de enamorados.

 

§ Las chicas reportan ser recipientes de mayor violencia sexual que los hombres.

 

§ Es más probable que las jóvenes reporten haber inflingido o ser víctimas de la violencia en las citas. Wolfe & Feiring (2000) han determinado que los adolescentes que tienen una mayor probabilidad de perpetrar violencia en las citas, poseen una historia de vida que pone de manifiesto lo siguiente:

 

§ Abuso y maltrato sostenido en la infancia

 

§ Atestiguación de la violencia entre los padres que los alienta a creer que esta forma de interacción es aceptable en las relaciones de enamorados.

 

§ Abuso de alcohol y drogas

 

§ Exposición a una cultura de violencia en la comunidad

 

§ Tener compañeros agresivos también incrementa el riesgo para perpetrar violencia.

 

 

Aun cuando es posible que hombres y mujeres reciban cantidades semejantes de violencia física de sus parejas, los estudios de la violencia en las citas ha encontrado que las mujeres:

 

§ Son víctimas más probables de la violencia en las citas

 

§ Es más probable que experimenten violencia sexual de sus parejas

 

§ Es más probable que experimenten abuso emocional por parte de sus parejas

 

§ Es probable que sufran mayores daños que los hombres  como resultado de la violencia de sus parejas

 

Por otro lado, los adolescentes (hombres y mujeres) que se encuentran en un mayor riesgo de ser víctimas de la violencia en las citas habitualmente tienden a:

 

§ Experimentar más conflicto en sus relaciones

 

§ Sentir que la relación es muy seria y muy importante para una ruptura

 

§ Abusar del alcohol y de las drogas

 

§ Tener pocos sistemas de soporte social

 

§ Tienen compañeros/compañeras que han sido sexualmente victimizadas

 

§ Han tenido más parejas de citas anteriormente

 

§ Probablemente han sido víctimas de abuso sexual anteriormente

 

 

Al delinear la etiología de la violencia en las citas, los investigadores han sugerido que la violencia entre los enamorados se correlaciona con factores distantes como la observación de la violencia interparental, las actitudes favorables hacia la agresión y el uso de la violencia en previas relaciones de enamoramiento. También se relaciona con variables más próximas que incluyen el uso de alcohol, el estrés y los celos sexuales.  Las explicaciones del  aprendizaje social que frecuentemente son explicativas de la relación entre la exposición temprana a la violencia y la posterior agresión marital, han sido repetidamente documentadas por muchos trabajos de investigación. El rasgo predominante de esta teoría asume que, mediante las experiencias en la familia de origen, el hombre aprende dos importantes lecciones acerca del uso de la violencia. Primero, observa y aprende cómo ejecutar conductas específicas y, segundo, aprende que estas conductas pueden ser utilizadas en las relaciones íntimas y que pueden ser funcionales y reforzantes en estas circunstancias. No obstante, la teoría del aprendizaje social también hace una clara distinción entre el aprendizaje de las conductas y la ejecución de éstas (Bandura, 1973).

Las actitudes que condonan la violencia pueden resultar una variable importante para la comprensión de la asociación entre la exposición a la violencia y la posterior agresión. Se ha comprobado que las actitudes favorables hacia la violencia son, por propio derecho, un factor de riesgo para la violencia del hombre contra la mujer. Un buen número de estudios empíricos han encontrado que la aprobación del hombre de la violencia marital y en las citas está asociada con conductas agresivas contra las esposas o enamoradas. En otras palabras, las actitudes que aceptan la violencia y  la conducta agresiva son predictores significativos de agresión en las relaciones  (O’Keefe, 1998).

Sin embargo, como ponen de manifiesto Riggs & O’Leary (1996), la mayor parte de las investigaciones sobre la violencia en las citas no parecen estar guiadas por un modelo teórico subyacente, lo que resulta en un cuerpo de conocimientos sin conexión alguna y que raramente se construye sobre hallazgos previos en el terreno de la violencia en las citas.

Por ejemplo, los investigadores que estudian los correlatos y causas de la violencia marital han indicado que una característica discrimanativa, relativamente consistente, de los esposos violentos es la hiper-activación de la cólera. No obstante, sólo un pequeño número de estudios han examinado el constructo de cólera en muestras de personas violentas en las citas de enamorados. Eckhardt & Dye (2000), en la indagación más directa de los constructos relacionados con la cólera entre perpetradores de violencia en las citas, reportaron que en comparación con los participantes no violentos, los individuos violentos exhibieron elevados niveles de expresiones de cólera externamente dirigidos y dificultad para controlar los sentimientos de cólera, de acuerdo al Inventario de Expresión de Cólera Estado-Rasgo de Spielberger. Aún cuando no hubieron diferencias en los niveles de cólera disposicional entre los participantes violentos y no violentos, los resultados sugieren que los individuos violentos tienen dificultades para controlar los sentimientos de cólera cuando ésta surge, lo que puede aumentar la probabilidad de la expresión de estrategias de agresión colérica  (Boyle & Vivian, 1996).

Teniendo en consideración que las actuales teorías multidimensionales sobre la cólera y la agresión se centran en los factores cognitivos, es probable que las personas que agreden a sus parejas apoyen concomitantemente las actitudes, creencias, atribuciones, etc., las mismas que incrementan la probabilidad de la cólera intensa y de la agresión en sus relaciones cercanas. Además, los investigadores de la violencia marital han señalado que una amplia variedad de variables cognitivas parecen discriminar esposos violentos de los no violentos (Eckhardt & Dye, 2000). Sin embargo, con pocas excepciones, los investigadores de la violencia en las citas han estudiado un rango sorprendentemente restringido de cogniciones y han confiado exclusivamente en la metodología de los autoinformes. Con relación a las atribuciones causales y a la responsabilidad, los investigadores han señalado que tanto hombres violentos como mujeres violentas es más probable que perciban a ambas partes como igualmente responsables, aun cuando otros investigadores han encontrado que, con mayor probabilidad que los hombres, las mujeres aceptan la responsabilidad de la iniciación de la violencia (Lejeune & Follette, 1994).

Los estudios que examinan las actitudes hacia la violencia en las citas y los estereotipos del rol sexual, han encontrado que estas dos variables se relacionan positivamente con la violencia en las citas. Como se mencionó con anterioridad, parece que una mayoría de adolescentes condona el uso de la agresión física en las relaciones cercanas. Por ejemplo, se ha encontrado que aproximadamente el 70% de una muestra de adolescentes indicó por lo menos una forma de violencia aceptable en una relación de enamorados, y un 80% hizo una lista de situaciones en las que la violencia entre las parejas se percibía como apropiada. De un modo bastante interesante, el apoyo a las estrategias agresivas se relaciona  positivamente con la percepción de la “seriedad” de la relación.

Como ponen de manifiesto algunas investigaciones, las actitudes que aceptan la violencia en las relaciones de pareja tienden a ser vistas como mediadoras entre la exposición a la agresión en la infancia y la posterior conducta agresiva hacia una pareja. Sin embargo, otros estudios conciben a las actitudes como moderadoras. Como mediadoras, se ha planteado que las actitudes son mecanismos que explican por qué  hay una asociación entre la exposición a la agresión y la  subsecuente conducta agresiva. Esto es, la violencia en la familia de origen contribuye a una gran aceptación de la agresión como una respuesta al conflicto, lo que contribuye a la puesta en acción de la conducta agresiva. En contraste, se podría demostrar un efecto moderador si la asociación entre la exposición infantil y la agresión hacia una pareja cambia en función de las actitudes que condonan la violencia del hombre contra la mujer. En otras palabras, para los hombres que ponen de manifiesto una alta aceptación de la violencia, puede haber una asociación entre la exposición en la infancia y la subsiguiente agresión. Para los hombres con una baja aceptación de la violencia, esta asociación bien no pudiera existir (O’Hearn & Margolin, 2000).

Aun cuando los datos respecto a los constructos actitudinales y  atribucionales han sido importantes y oportunos, se han descuidado otros constructos cognitivos que también pueden ser relevantes para la investigación de las características cognitivas en los perpetradores de violencia en las citas. Por ejemplo, las teorías cognitivas de  Ellis y de  Beck se han centrado en las creencias irracionales o las actitudes disfuncionales que están presentes durante las situaciones amenazantes o frustrantes.  Beck (1976) sugiere que el factor común para la activación de la cólera es la evaluación que hace la persona respecto a una “invasión” en su dominio, incluyendo valores, códigos morales y reglas de protección. Los trabajos más recientes de Beck sugieren que probablemente las personas que experimentan cólera y exhiben agresión interpersonal son aquellas que (a) experimentan una trasgresión como una amenaza personalmente humillante, (b) creen que esta amenaza viola una regla central de cómo “debería” actuar la gente, y (c) es propensa a culpar a otros (antes que a sí mismos o a la situación) por tales trasgresiones y violaciones de las reglas (Beck, 1999).

Por su parte, el modelo de la Terapia Racional Emotivo-Conductual (REBT) postula que cuatro creencias irracionales—catastrofización, excesiva demanda, baja tolerancia a la frustración y etiquetas globales—median la relación entre las situaciones frustrantes y las consecuencias emocionales negativas intensas como la cólera, así como la conducta incongruente con la meta, es decir, la agresión. Se postula que el sistema de creencias de un individuo media la interpretación de una situación dada, con creencias irracionales que existen como tácitas, estructuras  preconscientes activadas por eventos  particulares que contribuyen a las emociones y conductas incongruentes con la meta (Ellis, 1994).

 

Tanto el modelo de  Beck como el de Ellis postulan que la excesiva demanda—un tipo de creencia que es el componente más tóxico del sistema de creencias irracionales y del que se desprenden otras distorsiones cognitivas—es la principal responsable de los actos agresivos. Sin embargo, la investigación en el marco de referencia de estos modelos no pone de manifiesto resultados consistentes. Por ejemplo, no se han encontrado diferencias sistemáticas entre muestras violentas y no violentas en lo que a creencias irracionales y distorsiones cognitivas se refiere.

Por otra parte, si bien los datos sobre las características cognitivas de los perpetradores de violencia en las citas han sido oportunos e informativos, es importante considerar lo que estos hallazgos no dicen. Hasta dónde se conoce, aun no hay una respuesta clara a una importante pregunta que suena un tanto coloquial, ¿qué “atraviesa por la cabeza” de un perpetrador de violencia en las citas, durante las situaciones donde es probable que actúe abusivamente? Debido a la naturaleza de la investigación existente sobre los correlatos cognitivos de la violencia en las citas (sobre la base de cuestionarios), es difícil determinar si (a) los hallazgos cognitivos delineados previamente fueron elaborados próximos a la violencia o si emergieron como explicaciones post hoc para la violencia, y (b) si éstos fueron los pensamientos presentes durantes la situaciones de conflicto en vivo. Con respecto a este último punto, numerosos investigadores han discutido las limitaciones de los reportes de distorsiones cognitivas basados en cuestionarios,  sugiriendo que, en el mejor de los casos, las estrategias de evaluación cognitiva de lápiz y papel miden lo que los respondientes “creen que piensan” en un determinado momento y lugar.

De manera complementaria, argumentaciones teóricas y las investigaciones empíricas indican que los procesos cognitivos se encuentran íntimamente relacionados a estados afectivos específicos, sugiriendo que la activación de un estado de ánimo específico (como cólera) puede llevar a una activación concurrente y a una elevada accesibilidad de las cogniciones relacionadas en las estructuras de la memoria (p.e., cogniciones relacionadas con la cólera). De esta manera, como bien señalan Eckhardt & Jamison (2002), cualquier intento de explicitar el problema del contenido cognitivo presente durante las relaciones conflictivas de perpetradores de violencia en las citas, debe involucrar la evaluación cognitiva en conjunción con la inducción de cólera.

Por ejemplo, Eckhardt, Barbour & Davison (1998), utilizando el paradigma de evaluación cognitiva de los Pensamientos Articulados en Situaciones Simuladas (ATSS), trabajaron con individuos maritalmente violentos (MV), maritalmente insatisfechos no violentos (MINV) y maritalmente satisfechos no violentos (MSNV) que articularon sus pensamientos en escenarios grabados de conflicto marital activadores y no activadores de cólera. Estos productos cognitivos fueron luego codificados por evaluadores entrenados para categorizar creencias irracionales, sesgos cognitivos, atribuciones hostiles y estrategias de control de la cólera. Aun cuando los grupos no difirieron en la medida de las distorsiones cognitivas  en los procedimientos de lápiz y papel, las personas MV articularon más pensamientos que los MINV con relación al menoscabo del valor de los otros, establecían demandas absolutistas para que la gente actúe apropiadamente (excesiva demanda), exageraban la importancia de la situación (magnificación), categorizaban los escenarios imaginados en uno o dos extremos (pensamiento dicotómico) y extraían conclusiones en ausencia de evidencia confirmatoria (inferencia arbitraria). Más aun, los hombres MV articularon más atribuciones hostiles y pocas autoafirmaciones de control de la cólera, en comparación con los grupos no violentos. Así, desde un punto de vista teórico, estos resultados sugieren que las distorsiones cognitivas específicas, desde una perspectiva clínica, pueden ser importantes correlatos próximos a la conducta de agresión a la pareja. Metodológicamente, estos resultados también indican  que las distorsiones cognitivas fueron más accesibles y, de esta manera,  con más posibilidades de ser reportadas durante el procedimiento de producción de pensamientos, puesto que el estado emocional de la persona era evaluado al mismo tiempo que el registro de cogniciones.

En un reciente estudio –de un modo consistente con las teorías cognitivas de la emoción y de la personalidad clínicamente orientadas –Eckhardt & Jamison (2002) encontraron que los individuos (hombres) violentos en las citas articulaban un elevado grado de creencias irracionales globales y de sesgos cognitivos globales, pero pocas autoafirmaciones de control de la cólera, en comparación con hombres no violentos en las citas. Estos hallazgos se hicieron evidentes utilizando los procedimientos de evaluación cognitiva del ATSS, donde los participantes pensaban en voz alta durante escenarios neutrales e inductores de cólera que implicaban a supuestas parejas de cita mujeres.

De una manera consistente con los modelos de procesamiento de información en la violencia de parejas, los hombres violentos en las citas parecen interpretar las situaciones de conflicto en las relaciones de una manera sesgada y distorsionada. Es probable que estas distorsiones susciten problemas a lo largo de la secuencia del procesamiento de información (atención-codificación-retención-recuperación). Las distorsiones cognitivas hacen posible que los individuos violentos clasifiquen una situación social particular como amenazante basados en una información limitada (p.e., sentimiento de incomodidad o de tensión), requiriendo así de una búsqueda en la memoria de respuestas que corrijan la “injusticia” (un insulto  humillante) o que termine con la amenaza (la agresión física). Las distorsiones concernientes a la aceptabilidad (“tienes que hacer cualquier cosa para mantener en línea a una mujer”), lo justificable (“Ella es una estúpida que me hiere si mira a otros chicos”) y la eficacia (“ahora sabrá que tiene que guardarme el respeto que yo merezco”) de las respuestas agresivas son luego almacenadas en la memoria para su rápida recuperación en situaciones con señales asociativas similares.

 

Complementariamente, estas distorsiones también pueden operar de una manera insidiosa propiciando que los individuos filtren selectivamente, decodifiquen de forma inapropiada o perciban mal la información social, lo que trae como resultado una representación sesgada de una situación social que, para este caso específico, puede ser de injusticia y/o amenaza. La subsiguiente secuela afectiva (p.e., intensa cólera) y las reacciones contextuales (p.e., una discusión) que emergen de estas representaciones erróneas propician una respuesta agresiva y una creencia correspondiente a la utilidad de esta respuesta que es almacenada en la memoria. Estos procesos encubiertos complejos son congruentes con los planteamientos teóricos más recientes de Beck (1999) acerca de los correlatos cognitivos de la violencia y la agresión.

Por otro lado, también se ha puesto de manifiesto que los hombres violentos en las citas demuestran deficiencias cognitivas, es decir, una cantidad insuficiente de actividad cognitiva en situaciones donde una mayor premeditación podría ser beneficiosa (Kendall, 1992). En situaciones experimentales, esto se hizo patente cuando durante la activación de cólera los hombres violentos en las citas articularon menos afirmaciones de control de cólera que los hombres no violentos. Estos últimos elaboraron espontáneamente un significativo número de afirmaciones de control cuando se les indujo a experimentar cólera. De esta manera, durante los intensos conflictos en las relaciones que inducen cólera, los hombres violentos se diferenciarían de los no violentos por su relativa incapacidad para producir respuestas que corten la escalada del altercado. Esta deficiencia también podría servir para que los hombres violentos mantengan una relación fuertemente arraigada, donde las interacciones aversivas con su pareja los llevan a una escalada en las distorsiones cognitivas y a la consiguiente activación de la cólera. Este patrón de deficiencia cognitiva apareado con los elevados niveles de activación de la cólera, incrementa la probabilidad de la agresión severa e impulsiva.

En resumen, la violencia en las citas es un fenómeno real y que alcanza ribetes alarmantes, especialmente en la población adolescente. Este problema amerita, por supuesto, una investigación desde diferentes puntos de vista teóricos y de variadas estrategias de indagación. Los estudios sugieren que los perpetradores de la violencia en las citas pueden diferenciarse de los no violentos, en parte por un patrón de distorsiones y deficiencias cognitivas que se articulan mientras la persona experimenta un episodio de activación de la cólera.

Entretanto, para no limitar esta aproximación a los aspectos teóricos implícitos en la violencia en las citas, se delinean algunos lineamientos generales que pueden servir como estrategias básicas de prevención y que, básicamente, se desprenden de todo el cuerpo de conocimientos y hallazgos en este complejo campo del comportamiento adolescente.

 

 

1.      Los adolescentes, hombres y mujeres, pueden aprender a conocer los signos que le advierten que se encuentra en una situación o en una relación que puede llegar a ser potencialmente violenta.

 

Si una adolescente (o un adolescente) se encuentra en una relación de citas donde, de alguna manera, se siente incómoda, asustada, tensa o incluso atemorizada, debe confiar en sus sentimientos y desligarse de esta relación. Es posible que esta relación resulte abusiva o, como es común, sea ya una relación donde la violencia está presente. Se debe recordar siempre que una persona tiene derecho a decir no. Ni el enamorado o enamorada tiene el derecho a decidir lo que uno puede o debe hacer, cómo se debe vestir o qué clase de amigos se debe tener.

 

 

2.      Si está en una relación violenta, o potencialmente violenta, una persona puede emprender los siguientes pasos:

·         Hacer un plan de seguridad personal y conseguir  ayuda. Puede hablar con alguien en quien confía –un profesor, un consejero, un terapeuta, los padres, amigos cercanos. En ciertos casos también puede acudir a la policía o a las instancias que tienen que ver con el maltrato en la adolescencia.

·         Si la persona desea permanecer en la relación, debe tener plena conciencia de que la violencia no se va detener o terminar por sí sola. Una persona no puede cambiar la conducta de su enamorado o enamorada solamente haciendo cambios en su conducta (por ejemplo, demostrando sumisión), ni es responsable del abuso. En realidad, la persona abusiva puede requerir de terapia o de alguna otra clase de ayuda para comenzar a cambiar.

3.      Permanecer atentos frente a aquellas amistades que pueden estar en situaciones o relaciones de violencia en las citas.

¿Alguna de las relaciones de amigos o amigas muestra algunos de los signos de aviso  listados anteriormente? ¿Muestra alguna amistad señales de violencia física o de algún tipo de daño? Hay que tomar nota que, entre otras modificaciones,  las amistades en relaciones abusivas pueden cambiar su estilo de vestirse y de maquillaje, parecen perder confianza en sí mismas y comienzan a tener dificultades para tomar decisiones, dejan de frecuentar a los amigos y amigas habituales, muestran una baja en su rendimiento académico y se alejan de las actividades escolares, y pueden comenzar a usar alcohol o drogas.

 

Cuando se sospecha que una amistad está embarcada en una relación violenta, muchas veces resulta útil preguntárselo directamente de una manera no confrontativa (p.e., “¿Hay algo que quieras decirme sobre tu relación?” o “¿No pareces tan feliz como de costumbre?”) pero, cuando hay la certeza de que se encuentra en una relación severamente violenta, se puede hablar con una persona adulta de confianza de manera tal que no se asuma solitariamente una carga evidentemente pesada. No se debe intentar “rescatar” a la amistad de su peligrosa relación ni intentar remediarla de una manera aislada.

4.      Iniciar una acción si se sospecha que alguien a quien se conoce es abusivo o abusiva

Si se siente que no se corre ningún peligro, se puede hablar con la persona implicada acerca de su conducta violenta y se debe tener la certeza que ha comprendido tanto lo inadecuado como lo ilegal de sus actos. Si la persona ya está lista para iniciar un cambio en su conducta, es bueno ayudarla a conseguir ésta.

5.      Si una persona está inflingiendo daño a alguien, debe tener el coraje de buscar ayuda

Sin importar lo que la otra haga para provocar, sin importar cuán justificada se sienta la persona abusiva, sin importar lo que las amistades hagan, nunca está bien producir daño a otra persona. Se debe recordar que el abuso físico y sexual es ilegal y que puede merecer un castigo por parte de la ley. Se pueden aprender maneras adecuadas de manejar y expresar los sentimientos de cólera, de luchar por unas relaciones justas, de comunicarse mejor, y de dar y recibir amor en una relación. En todas estas áreas que contribuyen a una buena relación interpersonal, la terapia cognitivo-conductual tiene mucho que ofrecer.

 

REFERENCIAS

 

Bandura, A. (1973). Aggression: A social learning análisis. Englewood Cliffs. NJ: Prentice Hall.

Beck, A.T. (1976). Cognitive Therapy and the emotional disorders. New York: International Universities Press.

Beck, A.T. (1999). Prisoners of hate: The cognitive basis of anger, hostility and violence. New York: Harper Collins.

Bethke, T.M. & DeJoy, D.M. (1993). An experimental study of factors influencing the acceptability of dating violence. Journal of Interpersonal Violence, 8, 36-51.

Boyle, D.J. & Vivian, D. (1996). Generalizad and spouse-specific anger/hostility and men’s violence against intimates. Violence and Victims, 11, 293-317.

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[1] Psicóloga, Directora del Programa de Especialización en Modificación de Conducta y Terapia Cognitivo-Conductual  (PROMOTEC)

[2] Psicóloga, Clínica Javier Prado, integrante del equipo docente de PROMOTEC.