FAMILIA, TRASTORNO ADICTIVO Y CODEPENDENCIA

 

Jaime Jiménez Hernández[1]

 

 

 

Se revisa el concepto de Codependencia, con una reflexión acerca de las consecuencias que alteran el funcionamiento familia, así como la conducta del miembro de la familia que deviene en codependiente.

 

La evolución del proceso adictivo es paralelo a la evolución del miembro codependiente  de la familia, generándole severos síntomas depresivos y una pobre autoestima.

 

Además, se propone un proceso terapéutico global que abarca los aspectos médicos y psicológicos de la adicción, del mismo modo que las consecuencias en el funcionamiento familiar, especialmente en la corrección del rol de la codependencia.

 

Palabras clave: Familia, Codependencia, Trastorno adictivo

 

 

Co-addiction as a conceptual milestone of addictive phenomena is reviewed, stressing its consequences in family
functioning, as well as the behavior of the family sibling that becomes co-addicted.

 

The evolution of the addictive career of the index patient goes side by side with that of the family member
involved in this process, generating depressive symptoms and a lack of self-esteem in the initiator of the whole
problem.

 

A  comprehensive therapeutic approach, encompassing the medical and psychological mechanisms of the
addiction, as well as the consequences in family functioning, is proposed in order to change those trends,
especially in regards to arresting the co-addictive role.

 

Key words: Family, Co-addiction, Addictive Disorder

 

 

 

I.   PRECISIÓN DE TÉRMINOS

 

La codependencia o coadicción es una condición específica que caracteriza a uno o más miembros de una familia, donde alguno de sus integrantes desarrolla una enfermedad adictiva. Esta condición específica puede ser interpretada en el sentido de que el comportamiento del adicto afecta directamente al codependiente, el cual, a través de esta condición, intenta controlar tal comportamiento. Una expresión de este proceso se manifiesta en los casos en los que el adicto abandona sus responsabilidades, o vulnera las normas y reglas del funcionamiento familiar, lo que trae consigo disfuncionalidad en la familia y se afectan las actividades del codependiente, las cuales estarán orientadas a intentar amortiguar esta crisis familiar.

 

Otro modo de entender la codependencia es considerar los aspectos de preocupación y dependencia extremos hacia la persona adicta, en términos de orientar casi todas las actividades del codependiente hacia el apoyo y/o protección del adicto. Este tipo de comportamiento puede llegar al extremo  de conducir a un estado virtualmente patológico (casi la totalidad de la atención, preocupación y concentración están dirigidos hacia la conducta del adicto) que llega a afectar la esfera de las interrelaciones, el rendimiento laboral y la actividad psíquica general de quien ostenta esta condición.

 

            Se ha discutido mucho acerca de si el término codependencia (o coadicción) representa una condición de personalidad perturbada o patológica, dadas sus expresiones comportamentales. Por ejemplo, en la esposa o padres del adicto que, de algún modo, ven severamente modificados el curso normal de sus vidas  en atención a las consecuencias de la conducta del adicto (Harper& Capdevila, 1990).

 

 

 

Fig. 1. La codependencia y sus consecuencias en la familia

 

La codependencia se debe considerar como una característica relacionada estrechamente con la enfermedad adictiva (es decir con sus etapas) y que se va desarrollando conforme evoluciona ésta. Se puede  afirmar que mediante este proceso el coadicto (o los coadictos) en una familia “se van haciendo” progresivamente, en un itinerario que supuestamente buscaría limitar la progresión de la enfermedad adictiva pero que, paradójicamente, tiene más bien un efecto inverso.

 

Vale reflexionar en este punto –como lo han hecho algunos autores desde hace ya mucho tiempo atrás (Miller, 1994) –acerca de la naturaleza causal y progresiva de la codependencia, es decir, si la adicción es causa de la codependencia o, a la inversa, se trata de una “personalidad codependiente” (por decirlo de algún modo) que va a generar, en su proceso de interdependencia, la progresión hacia la adicción (como podría ser, por ejemplo, el caso de un padre excesivamente permisivo y proveedor de dinero hacia un hijo adolescente).

 

Un  buen ejemplo de la evolución  de la codependencia en paralelo con la enfermedad adictiva, se puede graficar fácilmente con la virtual migración de un fármacodependiente de su rol de hijo en una familia. Con un inicio funcional (Fig.2), donde cada uno de los miembros ocupan un rol adecuado tanto estructural como funcionalmente (el futuro adicto está graficado con líneas punteadas).

 

 

 

Fig.2. Codependencia en paralelo con la enfermedad adictiva

 

 

En la figura 3 se aprecia como, al evolucionar gradualmente el proceso adictivo, el fármacodependiente va abandonando su rol, expresado en la quiebra de las normas y responsabilidades que la familia asigna al subsistema al que éste pertenece.

 

 

Fig.3. Proceso adictivo de ruptura de roles

 

Finalmente, en la figura 4, se aprecia que el adicto ha  “tomado el poder”, colocándose literalmente por encima de las normas y reglas de funcionamiento familiar para, desde esta posición, manipular a la familia, estableciéndose el rol de codependiente y la alianza de éste con el adicto en un vano intento de protegerlo y tratar de conservar la  unidad familiar.

 

 

Fig. 4. La alianza entre el adicto y el codependiente

 

 De esta manera, en la práctica clínica diaria es común encontrar como se va generando gradual, progresiva e inexorablemente, un nuevo rol que acompaña al adicto a través del desarrollo de su enfermedad y que, paralelamente, acompaña a la propia familia en el proceso de su propia evolución al albergar a un  individuo con patología adictiva.

 

Es pertinente poner de manifiesto a este respecto, que no es infrecuente hallar familias que han atravesado un  verdadero proceso de cambio en sus actitudes y comportamientos, estrechamente relacionado con el proceso de psicopatización (secundaria al consumo de drogas) que sufre el comportamiento del adicto. Se excluye deliberadamente aquella familia que ya alberga  a otro (u otros) adicto, o que presenta otro tipo de trastornos de personalidad (por ejemplo padres psicópatas primarios) u otra patología psiquiátrica (como el caso de psicosis). Un ejemplo de esta espiral adictiva-codependiente se manifiesta en el hecho de aceptar que uno de sus miembros consuma drogas, llegue al día siguiente o a los dos días, hurte algunos objetos de la casa, se torne agresivo o que inclusive tenga problemas policiales o penales.  Este proceso de cambio familiar ameritaría que el codependiente intente, por un lado, “amortiguar” las conductas del adicto tratando de protegerlo, y, por otra parte, trate de mantener la cohesión o equilibrio familiar. El hallazgo en la práctica clínica diaria de un padre que “aprendió” a solucionar problemas policiales o que frecuenta lugares de  consumo en búsqueda de su hijo, es una muestra gráfica de lo referido respecto a la codependencia.

 

Es interesante anotar aquí que las puntuaciones en las escalas del MMPI en esposas de adictos y éstos mismos ponen de manifiesto similitudes, diferentes de aquellas que no lo son, hecho que incluso ha llevado a algunos autores a plantear el término “familia de alto riesgo” (Hill, 1993).

 

Obviamente, un padre codependiente ha atravesado el proceso de codependencia de un modo paralelo a toda su familia, donde también se puede hallar a otros codependientes. Lo más grave del caso es que este cambio en los codependientes no logra detener el avance de la enfermedad adictiva ni la disfuncionalidad familiar cada vez más severa .

 

Es preciso mencionar  que, a través del proceso adictivo, el codependiente también  atraviesa su propio derrotero, recorriendo a un conjunto de respuestas conductuales. Entre estas conductas se puede citar la adopción de un rol de proveedor del adicto.  Mediante este rol intenta evitar que el adicto se  enfrente a las consecuencias negativas de su trastorno (con la esperanza, por  ejemplo, de impedir que robe, por lo cual el codependiente le proporcionará dinero). Otros estudios sobre la sintomatología psicológica en esposas e hijos de alcohólicos, han mostrado problemas como la disminución de la autoestima, depresión y pobre ajuste familiar.

 

En su intento de rodearlo de una cápsula protectora, el coadicto busca que el adicto no enfrente las consecuencias que le acarrearon el impacto de su adicción. El argumento central del codependiente consiste en afirmar que, de no hacerlo, pone en riesgo a la familia (aunque muchas veces recién reflexionará sobre su conducta luego de haberla realizado, más aún cuando su rol de proveedor –prácticamente protector –lo ha rebasado y tan sólo se ha tornado en fuente de recursos para el adicto.).

 

Adicionalmente, el codependiente se muestra incapaz de comprender la naturaleza patológica de la adicción (por ejemplo,  expresando “no lograr entender como no puede simplemente decidirse a  no consumir más”, incluso llega a interpretar la conducta del adicto como malintencionada o maligna (“quiere destruirnos”). Igualmente, esta virtual ignorancia de las características y la naturaleza patológica del trastorno adictivo, se manifiesta en la incomprensión de la disfuncionalidad familiar, por lo que cada miembro de la familia opta por su propia “estrategia” para enfrentar el trastorno. En este contexto, es común escuchar reproches, quejas, ataques o enfrentamientos en el seno familiar en torno a los problemas generados por la conducta del adicto.

 

II.   GÉNESIS Y EVOLUCIÓN

La codependencia es un rol que se incorpora progresivamente en la evolución de una familia con problemas de adicción. Se corresponde con el cambio gradual del sujeto adicto y la incorporación por parte de éste de comportamientos, hábitos y costumbres ajenos a los habituales en el seno familiar. En otras palabras, la coadicción evoluciona en paralelo con la familia y la enfermedad adictiva. Por lo mismo, es bueno remarcar que no es posible plantear generalizaciones  vagas, sino más bien hacer precisiones a partir de un cuadro clínico específico, en cuya evolución se identificarán los roles que el coadicto va asumiendo en su intento de frenar el progresivo deterioro del adicto   y, a la vez, la progresiva disfuncionalidad de su familia. Claro está que para tal efecto se deben considerar factores como el nivel socio económico, cultura, edad, tiempo de consumo, tipo de drogas y personalidad premórbida, cuya resultante posibilitará la delineación de un perfil específico del trastorno adictivo como problema familiar.

 

Resulta pertinente en este momento incluir dos ejemplos. El primero, alude a un adolescente con enfermedad  adictiva. Inicialmente éste establece relaciones “normales” con los demás miembros de su familia; por ejemplo, habitualmente en el período prepatogénico o premórbido (presuponiendo una familia funcional). Al iniciar su consumo, establece relaciones de cuestionamiento de las normas en el hogar (rompe horarios o costumbres) generando los primeros conflictos. Se inicia en este punto una actitud comprensiva de uno de sus padres (quien lo defiende e inclusive explica su conducta como una cosa normal en adolescentes): así comienza este progenitor su rol de codependiente.

 

Con la progresión del consumo, la persona codependiente irá incorporando en su actitud “comprensiva” conductas tendientes a preocuparse permanentemente por el hijo consumidor, vivir pendiente de él o resolver literalmente los problemas que su conducta de adicto va generando (pagar sus deudas, resolver sus problemas policiales, etc.) .

 

Es obvio que a través de este proceso la familia va deviniendo progresivamente en disfuncional (suponiendo que era funcional antes de presentarse el problema adictivo), y el codependiente también evoluciona progresivamente en su rol, desempeñando ulteriormente conductas que, no obstante tener la motivación  de controlar el cuadro patológico, más bien contribuyen a  profundizarlo.

 

Otro ejemplo típico corresponde al de un esposo (o esposa), de aquel que inicia una carrera alcohólica (o con otras drogas). Al inicio, la pareja intentará explicar la tendencia al abuso de alcohol como “normal”, ”fruto del estrés”, o de “problemas laborales”. Intentará ser comprensiva mientras va progresando el cuadro clínico; inclusive no pocas veces acompañará a su pareja a beber, y así, gradualmente, se agravará el cuadro hasta hacerse totalmente florido, con abandono de roles (por ejemplo el aporte económico, o descuido de responsabilidades), que se verá obligada a compensar. Complementariamente, otros miembros del hogar –ya disfuncional– adoptarán otros roles siempre de cara el proceso adictivo. En suma, la codependencia habrá evolucionado de manera paralela al proceso adictivo.

 

 

III.   INDICADORES DE CODEPENDENCIA

Se debe enfatizar que una característica básica de la codependencia es la ligazón  o relación con una persona adicta por un largo período de tiempo (dos o más años), sin buscar terapia o alguna forma de apoyo. Es obvio que este período largo de coexistencia con un adicto, genera en el codependiente síntomas de ansiedad, depresión, distrés o incluso abuso de sustancias (por ejemplo benzodiazepinas).

 

Concomitantemente, el codependiente elabora  la fantasía de que a través de sus “habilidades” podrá controlar el comportamiento del adicto (o  por lo menos disimular las consecuencias). Al mismo tiempo, asume las funciones y responsabilidades que el adicto ha ido abandonando (por ejemplo asumirá el rol de proveedor en el hogar, o de representante de la familia ante el entorno –colegio, colectividad –con lo cual, obviamente irá abandonando progresivamente sus roles habituales y el cuidado de sus propias necesidades, para privilegiar lo que el adicto va abandonando.

 

Finalmente, al cabo de cierto tiempo, todo lo realizado por el codependiente habrá resultado estéril para controlar el cuadro adictivo, lo que propicia el desarrollo de  una personalidad con baja autoestima, vulnerable a los cuadros de depresión, ansiedad o abuso de ansiolíticos descritos líneas arriba.  No se debe olvidar las evidencias respecto a la sintomatología predominantemente depresiva presente en coadicto (Hinkin y Kahn, 1995).

 

 

En congruencia con lo anotado, es posible encontrar varios tipos de codependientes:

 

§         El codependiente perseguidor. Este desempeña el papel de crítico constante de la conducta del adicto. Lo cuestiona por no dejar de consumir, adopta el rol de “juez” o “policía”. No obstante, no realiza actividades que permitan tratar el problema adictivo (por ejemplo buscar ayuda terapéutica), o incluso incumplen las indicaciones pertinentes (por ejemplo “olvidar” las recomendaciones de control, aunque después se cuestiona el consumo subsiguiente). Cabe resaltar que el codependiente perseguidor asume las características de controlador, por lo cual su actitud puede ser paternalista o de clara demostración de superioridad frente al adicto, aun cuando en el plano de sus interrelaciones hay grandes dificultades para relacionarse sanamente con personas que, de algún modo, no establezcan relaciones  de dependencia con ellos.

           

§         El codependiente víctima. Su característica fundamental es la de sentirse permanentemente maltratado por el adicto. Se queja constantemente de ser desobedecido, abandonado, no entendido, agredido verbal o hasta físicamente por el adicto. En general no busca ayuda terapéutica o la boicotea, según sea el caso. Es de anotarse que este rol corresponde más a personas que ocupan situaciones de dependencia frente al adicto(más comúnmente esposa e hijos), y donde puede suponerse que la sumisión representa la expresión de mecanismos de defensa auto- represivos como vía para la búsqueda de “tranquilidad” adaptándose a los requerimientos del adicto.

 

§         El codependiente salvador. Siempre acude a “salvar” al adicto en un momento de crisis de consumo. Conoce los lugares dónde ubicarlo, resuelve las situaciones económicas o legales generados por la crisis. Al igual que en los casos anteriores, no acude en busca de ayuda terapéutica o incumple los reglas prescritas. Este tipo de codependiente combina las características del controlador y del sumiso. Alternan en su actuación ambas características, según sea la necesidad de su intervención para controlar la crisis (por ejemplo, intentará persuadir al adicto a dejar de consumir unas veces ordenándole hacerlo o tratando de ser severo y, en otras oportunidades, se tornará dialogante, incluso implorando que el adicto deje de consumir).

 

 

IV.   RECOMENDACIONES PARA EL TRATAMIENTO

Se debe remarcar que todo cuadro clínico de fármacodependencia requiere un enfoque integral, en cuyo proceso terapéutico se incluya tanto al adicto como a su familia. Resulta claro que, dentro de este contexto, se encuentra implícito el enfoque terapéutico de la codependencia. Desde este punto de vista, el primer objetivo de la intervención terapéutica es lograr la toma de conciencia de enfermedad por el adicto y por el  codependiente. Este punto es crucial para arribar a un adecuado objetivo terapéutico.

 

Es necesario mencionar que esta toma de conciencia no siempre se logra de modo paralelo en el adicto y el coadicto. Un ejemplo de esto se da en el caso del adicto en etapas iniciales de motivación (por ejemplo en fase pre-contemplativa, contemplativa o incluso de preparación del modelo del proceso de cambio de Prochaska), en las que el adicto se niega (literalmente) a abandonar la enfermedad. En este caso, la terapia será dirigida a la toma de conciencia por parte de los familiares (o la red social) de las principales características de coadicción y, a partir de ello, su modificación con el objetivo de eliminar virtualmente las condiciones que, de modo no consciente, favorecen el proceso adictivo. Se busca cohesionar a la familia en el rol de coterapeutas, teniendo como premisa importante el actuar en conjunto.

 

En muchas ocasiones, sucede que uno (o varios) de los miembros de la familia tardan en integrarse al proceso terapéutico y mantienen roles de coadicción que retardan el tratamiento. En estos casos, esta persona se constituye en un aliado (involuntario, se entiende), del adicto. Este, ejecuta estrategias de alianza y apoyo, enfrentándose  a los miembros de la familia que abandonan el rol de coadictos.

 

Una dificultad en el logro de este primer objetivo –la toma de conciencia –es el hecho que la familia entra en crisis a medida que sus miembros van abandonando su rol de coadicción, en tanto se pone de manifiesto una respuesta manipuladora o amenazante que el adicto adopta en reacción al cambio. Muchas veces el proceso terapéutico se interrumpe o fracasa al no lograrse este objetivo, o al no poderse integrar a todos sus miembros en su consecución, persistiendo alguno en su rol de coadicto.

 

Una vez lograda la cohesión familiar en torno al objetivo de abandonar el rol de coadictos, el siguiente objetivo es “bajar de su nube” al adicto. Esto significa un proceso en el que la familia restituye las líneas de autoridad (perdidas generalmente por los padres o por aquellos a quienes corresponda este rol) que el adicto, a través de su proceso patológico, había ido desconociendo gradualmente. De igual modo, se restablecen las normas de coexistencia familiar (con horarios, responsabilidades y obligaciones) que, igualmente, el paciente destruyó progresivamente. Este objetivo requiere la participación de la familia en las sesiones terapéuticas, con el fin de orientar cada uno de sus pasos y, a la vez, generar el apoyo y la confianza necesarios toda vez que el proceso acarrea elevados niveles de ansiedad. No pocas veces algún  (o algunos) miembro de la familia simplemente prefiereabandonar el tratamiento, adoptando alguna de  las formas de resistencia conocidas (por ejemplo, “falta de tiempo” para asistir a las citas, olvidar el horario de éstas, no cumplir algunas de las indicaciones, o inclusive oponerse francamente a las directivas del terapeuta).

 

Otro ejemplo de lo señalado lo constituye el caso de la esposa de un adicto que, gradualmente, ha adopta el rol de codependiente. En este caso, la toma de conciencia de las condición de coadicción se ve entorpecida a veces por la situación de dependencia económica frente al dicto, lo que dificulta el proceso terapéutico. Con frecuencia el cambio en su rol conlleva severas dificultades que pueden interrumpir la relación de pareja (aunque esto ultimo no depende específicamente de la modificación del rol de coadicción sino de la severidad de la disfunción familiar generada por la adicción, y la necesidad subsiguiente de parte de los no adictos, de desear niveles de vida más funcionales).

 

No son pocos los miembros de la familia que, al abandonar sus roles de codependientes, atraviesan por procesos de estrés, ansiedad severa o incluso depresión, por lo mismo el terapeuta debe estar atento para proporcionar la atención requerida. Muchas veces estas perturbaciones propician  la interrupción o el abandono del tratamiento, más aun si la familia no ha recibido la información, asesoría, consejo o terapia oportunos, según las necesidades específicas para cada caso.

 

Si la familia ha tomado conciencia de su rol y se ha incorporado a la condición de “coterapeuta”, el proceso terapéutico logra grandes avances, especialmente en lo concerniente al cambio en los estilos de vida del adicto que, gradualmente, se reintegra a una familia cada vez más funcional. Sin embargo, cabe remarcar que el desarrollo de cada uno de los miembros de la familia no es uniforme, por lo que habrán algunas dificultades en el mantenimiento de los nuevos roles, diferentes a los de la codependencia.

 

El próximo paso en el proceso terapéutico es el mantenimiento de los nuevos roles, es decir, lograr que los miembros “regazados” de la familia sigan el ritmo de la terapia. Muchas veces es aquí donde se filtran conductas codependientes por parte de algún miembro de la familia (por ejemplo, mentir para ocultar “pequeñas” transgresiones a las normas del proceso terapéutico, como es el caso de beber alcohol, incumplir un horario o una medicación, etc.). En este caso, el adicto, en alianza con el miembro (aun) codependiente, puede estar en riesgo de recaer.

 

En resumen, como puede desprenderse de lo todo lo referido, el enfoque terapéutico en fármacodependencia conlleva grandes retos para el terapeuta.  Por un lado, resolver los aspectos clínicos del proceso  adictivo, particularmente aquellos relacionados con la intoxicación aguda y crónica (síndrome de abstinencia, deshabituación, etc.), o los eventos comportamentales asociados al consumo. Por otro lado, el manejo adecuado de la disfuncionalidad familiar (en diferentes grados de severidad), teniendo en cuenta los factores  personales de cada miembro de la familia, entre los cuales la codependencia juega un rol fundamental.

 

 

 

REFERENCIAS

 

Harper, J. y Capdevila, C. (1990). Codependencia : Una critica. Journal of Psychoactive Drugs, 22 (3), 285 – 292.

Miller, K. (1994). El Concepto de Codependencia ¿Ofrece alguna solución para las esposas de alcohólicos?  Journal of substance abuse treatment.  11 (4), 339 – 345.

Hill, S. (1993). Características de personalidad de hermanos y esposos de alcohólicos varones.  Alcoholism : Clinical and Experimental Research. 17 (4), 733 – 739.

Hinkin, Ch. & Kahn, M. (1995). Sintomatología psicológica en esposas e hijos adultos de alcohólicos : Un examen de las características hipotéticas de personalidad de la codependencia.  The International Journal of the Addictions, 30 (7), 843 – 861

Nyman, D. & Cocores, J. (1991). Coaddiction : Treatment of the family Member.  En : Miller, N. (ed.) Comprehensive Handbook of Drug and Alcohol Addiction. Toms II 877 – 888.  New York: Marcel Dekker, Inc.

 

 


[1] Psiquiatra, Director  Ejecutivo del Hospital Hermilio Valdizán