INTERCULTURALIDAD
COGNITIVA ENTRE LA
TERAPIA RACIONAL
EMOTIVO-CONDUCTUAL,
EL BUDISMO ZEN Y LA RACIONALIDAD ANDINA
Edwin
Manrique Gálvez[1]
Apelando
al concepto de interculturalidad, se esboza una aproximación a los elementos
comunes que subyacen a la Terapia Racional Emotivo-Conductual (TREC), al Budismo
Zen y a la Racionalidad Andina. Mediante la inclusión de los Koan Zen y de las fábulas andinas, se repasan algunos de los
principios esenciales de la TREC y su interfase con el Zen Budista y con el
Pensamiento Andino. Aspectos nucleares como la perspectiva ABC de las emociones
y conductas, la identidad individual y social, la autoaceptación y la comparación
social, el principio del relativismo y del continuo cambio, así como la puesta
en escena de estrategias cognitivas son ilustrados mediante la inclusión de viñetas
pertinentes.
Palabras
clave:
Interculturalidad cognitiva, Terapia Racional Emotivo-Conductual,
Budismo Zen,
Racionalidad Andina
The
purpose of this work is to find out possible links between Rational Emotive
Behavioral Therapy (REBT), Zen Budhism and Andean rationality,
in order to establish the type of convergence aimed by an inter-cultural
approach. Some of the basic principles of REBT are reviewed bearing in mind
their inter-phase with Budhist spirituality and Andean “Mentality”. Core
issues such as the ABC´s focus on behavior and emotions, personal and social
identity, self-acceptance, social comparison, the fundamentals of relativism and
continuous change, as well as the setting for cognitive strategies are
illustrated by clinical vignettes, when needed.
Key
words:
Cognitive Inter-cultural Approach, Rational Emotive Behavioral Therapy,
Zen Budhism, Andean Rationality.
La interculturalidad es una concepción filosófica relativamente nueva que, en lo fundamental, alude al intercambio de conocimientos y de opiniones así como al estudio de las relaciones sui generis entre las distintas culturas, enfocando los pensamientos filosóficos que todos los seres humanos poseen impregnados sea cual fuere su implicación cultural (Chen y Starosta, 1996).
Para
Estermann (1998), un estudioso de la interculturalidad andina y occidental, el
establecimiento de un encuentro filosófico intercultural debe indagar sobre sus
sinónimos conceptuales. Esto es, buscar los equivalente homeomórficos, más
allá de la univocidad establecida por el pensamiento occidental que impuso los
universales homológicos. A no dudar, aquí ya se halla implícito un problema
crucial, pues, cuando se quiere exponer la estructura racional del runa
andino ya se está utilizando un concepto fundamentalmente occidental que no
puede ser transculturado sin más. Como señala el mismo Estermann, la razón no
es una invariable cultural, ni mucho menos una esencia supra-cultural, que se
puede emplear como un esquema heurístico del encuentro con el otro. En la
filosofía andina, la realidad está presente en forma simbólica y no tanto en
forma representativa o conceptual.
La
filosofía intercultural es mejor definida como una actitud y una manera de ver
la realidad, que como un conjunto de ideas y principios. El diálogo
intercultural acerca las visiones y crea las condiciones para que a través de
un “polílogo” (y no solamente un diálogo) se establezca una nueva filosofía
que rescate la diversidad, suficientemente alertada de los peligros tanto de la
unidireccionalidad monocultural como de la contemplación ahistórica de las
culturas. Es en este contexto que se trata de esbozar una aproximación a las
comunalidades cognitivas de la terapia racional emotivo-conductual, la filosofía
zen y la racionalidad andina.
En
anteriores escritos (Manrique, 1988, 1993; 1994,) se ha tratado de establecer algunos puentes y
diferencias entre el pensamiento andino y algunas vertientes de la psicología
occidental actual, entre ellas la
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC). Ya entonces se hablaba de un endeble
acercamiento a una temática tan compleja y mayormente marginal pero, al mismo
tiempo, se dejaba sentado que cualquier aproximación tenía que adolecer
necesariamente de una comprensible incompletud y de fragilidad teórica. Abordar
la temática propuesta en el epígrafe de este trabajo resulta igualmente o aún
más atrevido y, por lo mismo, no será extraño que en este asedio se peque
contra el rigor científico y la meridiana objetividad. Hay en este apunte, como
en sus predecesores, un entusiasmo perdurable y un ardiente apego sentimental.
Prácticamente
desde sus primeros trabajos (Ellis, 1958) el creador de la Terapia Racional
Emotivo-Conductual (REBT) afirmaba que varios principios de su enfoque psicológico
no eran nuevos ni originales. De hecho, algunos de ellos fueron formulados
cientos de años atrás, en la antigua Grecia y Roma, y por algunos filósofos y
pensadores Taoístas y Budistas.
El mismo Ellis está de acuerdo en que los primeros terapeutas cognitivo-conductuales fueron filósofos, como el histórico Buda (Siddharta Gautama), Epícteto y Marco Aurelio, que fueron facilitadores activos-directivos y consecuentemente enseñaron a sus estudiantes a detenerse en sus pensamientos y sentimientos autogenerados, para reconsiderarlos cuando no eran funcionales y trabajar vigorosamente para cambiarlos (Ellis, 1993). Estos pensadores confluían en la noción nuclear de la REBT de que las alteraciones psicológicas tenían una causa filosófica. En esencia, que las personas se alteran no por las cosas en sí, sino por la visión de las cosas.
Casi coincidentemente con las primeras formulaciones de la REBT, aparecen los primeros escritos sobre el Budismo Zen en las revistas de psicología centrándose básicamente en la meditación, una intervención legitimada por la REBT y que tiene una indudable utilidad autorreguladora. En años más recientes, Maurist Kwee, un psicólogo que comparte su formación en la REBT con un entrenamiento en varias formas de disciplina espiritual, señala que tanto Buda como Ellis parten de la premisa de que la incordia es el predicamento de la vida humana. Vivir significa sufrir y el sufrimiento puede ser reducido a través de un trabajo racional y meditativo de la vida (Kwee, 1983). En otro contexto y en otra dimensión histórica, la racionalidad andina también concibe la existencia como una prueba, una especie de rito de transición, donde el sufrimiento puede elevarse a niveles de autorrealización mediante la práctica de los rituales morales de la existencia (Rostworowski, 1983).
En
un artículo ilustrativo, Ellis y Kwee (1998) ponen de manifiesto que tanto en
la REBT como en el Zen Budista hay una relación empática entre el terapeuta y
el cliente, en un caso, o entre el maestro y el pupilo, en el otro caso. El
rasgo común de ambos enfoques es que tanto el terapeuta como el maestro no enseñan
directamente las respuestas a sus clientes o pupilos; más bien operan como
facilitadores o guías que instigan la búsqueda activa de respuestas. Con este
objetivo, tanto el maestro Zen como el terapeuta REBT se valen de artilugios
tales como las analogías, las paradojas, las metáforas, las anécdotas, las
parábolas, las fábulas, los símiles, y aún los chistes (Haley, 1992).
Si
bien en la tradición de la cultura andina no existe una forma terapéutica
formalizada – y sin entrar al siempre contradictorio terreno de lo que podríamos
denominar “terapia folklórica”- la presencia de la fábula como una
estrategia educacional y racional es una constante desde tiempos inmemoriales.
Como señala Vienrich en la presentación de su bello libro “Fábulas
Quechuas” (Vienrich, 1989), “el gusto por las parábolas y
enigmas; el hábito de hablar siempre por medio de imágenes, de cubrir los
preceptos con un velo que les preserve, perdura aún hoy, teniendo su
instrumento en la lengua, el quechua, idioma onomatopéyico por excelencia,
prestándose admirablemente para la metáfora”.
A diferencia de lo que sucede con la REBT y el Zen Budista, en la tradición andina no existe una relación individualizada entre narrador y oyente (terapeuta-paciente o maestro-pupilo); hay sí un fabulista reconocido – alguien que tiene una posición de prestigio ya sea por su edad o por su sapiencia – y un auditorio cautivo y anhelante de cultivar su racionalidad. Como en la REBT y el Zen, las fábulas quechuas no incluyen necesariamente una moraleja o una enseñanza directa. Casi siempre el que las refiere termina diciendo “así dice”; de modo que interrumpido el relato llenan el rol de sugestivas, con arreglo al precepto pedagógico moderno de dejar al oyente hacer el esfuerzo de descubrir lo que se ha pretendido enseñarle, esto es ejercitar el raciocinio (Osterling, 1980; Manrique y Aguado, 1988).
En
lo que sigue del artículo se repasarán algunos principios esenciales de la
REBT y, con relación a cada uno de ellos, se ilustrará su interfase con el Zen
Budista y con la Racionalidad Andina. En el primer caso se apelará a los Koan
– narraciones o pequeñas
historias divertidas y educativas – mientras que para ilustrar el pensamiento
andino se recurrirán a fábulas que también poseen una vena humorística y
educativa.
La
Perspectiva ABC de las Emociones y Conductas
La
REBT, cuyas raíces se remontan no sólo a los Estoicos sino también a los
escritos de Epícteto, enfatiza la gran importancia de las contribuciones filosóficas
a la perturbación neurótica, tal como es resumido en el adagio estoico de que
la gente se perturba emocionalmente no por los eventos sino por la visión que
tiene de ellos. Para la perspectiva ingenua, es el evento o situación (A) el
que ocasiona las consecuencias emocionales y conductuales (C); sin embargo,
desde la perspectiva de la REBT, son los pensamientos y creencias (B) las que
principalmente causan las reacciones emocionales y conductuales. El mensaje de
que los humanos son los principales responsables por sus propias emociones y
perturbaciones tiene eco en las palabras de Buda: “Es estúpido ver a
cualquier otra persona como la causa de nuestra propia miseria o felicidad”.
Este principio básico de la REBT es planteado por la fábula
“El Buda y la liebre” que, por razones de espacio, se resume
enseguida.
“Estaba
una liebre durmiendo debajo de un árbol de mango cuando lo despertó un fuerte
ruido. Creyendo que había llegado el fin del mundo se puso a correr velozmente.
Viéndole correr las otras liebres le preguntaron, “¿Por qué estás
corriendo tan de prisa?” La liebre respondió “porque el mundo se está
acabando”. Escuchando esto todas las liebres se le unieron en la huída.
Pronto todos los animales estaban en una frenética estampida que podía
llevarlos a la muerte. Cuando el Buda vio huyendo a los animales le preguntó al
último “¿Por qué están corriendo tan de prisa?” “Porque el mundo se
está acabando” respondió éste. “Esto no puede ser”, dijo el Buda, “aún
no ha llegado el momento en que el mundo se acabe”. Preguntando de especie en
especie llegó hasta las liebres y éstas le indicaron a la liebre que había
comenzado con la historia. El Buda le preguntó qué estaba haciendo cuando pensó
que el mundo estaba llegando a su fin, y la liebre le dijo que estaba durmiendo
debajo de un árbol de mango. El Buda dijo entonces que probablemente la liebre
había escuchado el ruido de la caída de un mango y, saliendo de su profundo
sueño, había pensado que el mundo estaba llegando a su fin. Todos se
dirigieron hacia el árbol bajo el cual se había quedado dormida la liebre y,
en efecto, vieron que se había caído un mango”.
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Esta
misma perspectiva ABC de las emociones y conductas queda plasmada en dos fábulas
quechuas, “Los gorriones” y “El puma y el zorro”, de
extensa difusión en la tradición oral andina.
Un
muchacho travieso trepó a un aliso y cogió un nido de gorriones. La madre de
los pájaros que lo ve, da voces al macho avisándole: ¡Oye!, mira a nuestros
hijos aún desnuditos se los lleva ocultándolos bajo el poncho.
-
¡Qué importa! Deja que se los lleve. ¡Todavía hay semilla!
-
Ah, ¡qué pena! ¡No digas eso! Porque darlos a luz cuesta trabajo y dolor.
La
madre sentía pena por lo que creía una pérdida irreparable. El padre estaba
resignado y presto para una nueva nidada.
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Atrapó
una hermosa llama un puma, y después de hartarse enterró el resto para su
cena. Un zorro que lo estaba acechando, no bien le vio partir, descubre el
tapado e hizo un opíparo desayuno con la reserva del puma. Este, que regresa
cuando el Sol daba sus últimos chisporroteos, se pone rabioso al encontrarse
con que había desaparecido su comida, y vase en pos del ladrón.
Vagando
sin rumbo, dio con un zorro profundamente dormido. El bufón puma, a fin de
interrogarle por el hurtador, quiso despertarlo. Formó un manojo de pajas, con
el cual se puso a cosquillearle el hocico. El zorro en la creencia de que se
trataba de moscas, las ahuyentaba con el rabo, prorrumpiendo socarronamente: “¡Afuera
moscas! ¡que acabo de arrebatar su presa al león!”
Así
se descubre al puma, que cogiéndole por el cuello castigó su osadía,
estrangulándolo.
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No
en pocas ocasiones se ha criticado el enfoque de la REBT como excesivamente
individualista y egocéntrico. Sin embargo, un análisis más cuidadoso de sus
principios y de los escritos de sus principales exponentes desbarata esta noción.
En efecto, como señalan Dryden y Ellis (1989), entre los criterios de salud
psicológica se encuentran tanto el interés en sí mismo como el interés
social. Las personas emocionalmente saludables se interesan en primer lugar en sí
mismas pero, al mismo tiempo, tienen un interés social racional y positivo.
No en pocas ocasiones se ha criticado el enfoque de la REBT como excesivamente individualista y egocéntrico. Sin embargo, un análisis más cuidadoso de sus principios y de los escritos de sus principales exponentes desbarata esta noción. En efecto, como señalan Dryden y Ellis (1989), entre los criterios de salud psicológica se encuentran tanto el interés en sí mismo como el interés social. Las personas emocionalmente saludables se interesan en primer lugar en sí mismas pero, al mismo tiempo, tienen un interés social racional y positivo.
El entrenamiento asertivo, una intervención frecuentemente aplicada y bien establecida, descrita en las primeras etapas de la tradición conductual (Wolpe, 1977), tiene su inspiración en el adagio talmúdico, "Si yo no veo por mí, ¿quién va hacerlo?". Pero esta idea se completa con la cita íntegra del Talmud, "Pero si sólo veo por mí, ¿quién soy?", que transmite un profundo significado social. En suma, la propuesta esencial para la salud mental es que el individuo tiene necesidades prioritarias, pero toma en cuenta a los otros (Ellis & Kwee, 1998).
En
otro contexto, pero con el mismo énfasis, se han remarcado los aspectos
comunitarios y sociales de la cultura andina que, hasta cierto punto, anularían
la individualidad de sus miembros. Sin embargo, existe una vasta evidencia de
que la persona ocupa un lugar de primer orden en la organización andina, y es
esta posición la que garantiza el funcionamiento racional de las estructuras
andinas (Ossio, 1973). La importancia de la individualidad se traduce incluso en
las reglas que tácitamente rigen los intercambios recíprocos, tanto simétricos
como asimétricos, y donde el predicamento asertivo se traduce en que el derecho
de uno conlleva el derecho de los otros.
Las
siguientes narraciones, la primera supuestamente utilizada por el Buda para
funciones pedagógicas, y la segunda, de la tradición oral quechua, revelan la
comunalidad de ideas respecto a la primacía del individuo que, por su parte,
sustenta el intercambio social.
Había una vez dos acróbatas, un maestro y su pupila, una pequeña niña. Ellos utilizaban una larga vara de bambú para sus actuaciones. La vara era colocada en la cabeza del maestro y la pequeña niña trepaba lentamente al extremo superior. Ya en la punta ella se balanceaba en tanto el maestro caminaba en derredor. Un día el maestro le dijo a su pupila: «Préstame atención Madakathalika» (éste era el nombre de la pupila), «yo voy a cuidar de ti y tú cuidarás de mí, de esta manera nos ayudaremos mutuamente para mantener el equilibrio de modo que no tengamos un accidente». Pero la pequeña niña replicó: «Querido maestro, yo pienso que es mejor que cada uno cuide de sí mismo: tú cuidas de ti mismo y yo cuido de mí misma. Cuidar de uno mismo significa que se asume el cuidado de ambos. De esta manera, estoy segura, nosotros no vamos a tener un accidente y podemos ganar suficiente dinero para comer»
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El
cuy y el zorro*,
que eran compadres, tenían que cruzar un peligroso río para poder llegar a la
fiesta que daba su comadre huachhua. El zorro, que quería desquitarse del cuy
por las malas jugadas que le había hecho, le propuso: «Compadre cuy, venga súbase
sobre mis hombros y así usted me ayuda a ver mejor el camino y no corremos el
riesgo de ahogarnos». El cuy, que era un excelente nadador, le respondió: «Compadre
zorro, mejor cada uno va por su lado. Yo voy adelante y usted me sigue a cierta
distancia, cuidándose de no pisar mal, pues, ambos sabemos que no es un buen
nadador». Y así, ambos compadres, se metieron al río.
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La
filosofía de la REBT plantea que las personas sanas
se alegran de estar vivas y se aceptan a sí mismas simplemente por el
hecho de vivir y tener la capacidad de disfrute. Rechazan la idea de medir lo
que valen por sus logros externos o por lo que los demás piensan, han elegido
aceptarse a sí mismas incondicionalmente, e intentan no evaluarse (Dryden y
Ellis, 1989). Complementariamente, la REBT también alerta respecto a los
procesos de comparación que establecen muchas personas disfuncionales. Si bien
la comparación social es un proceso encubierto cotidiano (Festinger, 19
), cuando se introduce un sesgo sistemático en los estándares de
comparación casi siempre éstos actúan autoderrotistamente, subestimando las
propias cualidades y sobrestimando las bondades de los otros.
El
koan Zen que se inserta, ilustra la misma idea en cuanto a la
autoaceptación y la comparación en los términos de la "condición
humana" de André Malraux, y su impacto en la autoimagen y la
autoestima.
Un famoso general, un samurai, vino donde el maestro Zen. El se sintió insuficiente cuando se dio cuenta que el brillante y sabio maestro le echó una mirada compasiva, y preguntó ¿por qué me siento inferior? Hace un momento yo me sentía bien. Yo he visto la muerte de cerca y nunca me ha paralizado. ¿Por qué tengo miedo ahora". El maestro dijo: "Espera, esta noche, cuando todos se hayan ido, voy a decírtelo". Durante todo el día la gente vino a consultar al maestro y el samurai comenzó a sentirse aún más inferior. Al anochecer, el samurai le pidió su respuesta, y el maestro lo condujo hacia el jardín. Era una noche de luna llena. El maestro dijo: "Mira estos dos árboles, el más grande y el pequeño florecen ahora. Ellos están en mi jardín ya largos años, y esto jamás les ha causado problemas. El pequeño nunca le ha dicho al más grande que se siente inferior. Este árbol es grande, el otro es pequeño, ¿por qué ellos nunca han oído acerca de la inferioridad?. El samurai quedó absorto en sus pensamientos un momento y luego respondió: "porque ellos no se comparan a sí mismos el uno con el otro". El maestro le respondió con una sonrisa: "Ahora ya sabes la respuesta. Los árboles pequeños también florecen bellamente, puesto que no hacen comparaciones".
Hay dos fábulas quechuas de la bella recopilación de Adolfo Vienrich que reflejan muy bien el principio de autoaceptación y de no comparación de la REBT. En ambos casos, las consecuencias de la inconformidad consigo mismo traen funestas consecuencias que, a modo de metáforas, aluden a la insalubridad psicológica subsecuente.
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Hay dos fábulas quechuas de la bella recopilación de Adolfo Vienrich que reflejan muy bien el principio de autoaceptación y de no comparación de la REBT. En ambos casos, las consecuencias de la inconformidad consigo mismo traen funestas consecuencias que, a modo de metáforas, aluden a la insalubridad psicológica subsecuente.
Caminaba
distraída una jarachupa, cuando reparó en un utushcuro, triste y abatido, que
presa de hambre iba jadeante arrastrándose penosamente por entre las malezas de
un matorral.
- Oruguita, ¿adónde vas? Preguntóle la muca
condolida.
- A roer la
raíz de las yerbas, respondió con voz apagada y trémula.
Pasó
el invierno con sus hielos y sequías, sus inclemencias y rigores, vino la
primavera con sus lluvias y rocíos, sus flores y sus frutos.
Volviéronse
a encontrar nuevamente los camaradas, y ya con la cabeza erguida e inflado de
orgullo el irascible gusano, deslizábase infatuado por entre las cañas y
mazorcas de un tupido maizal, sin
dignarse mirar a la jarachupa, que, sorprendida por ese cambio y extrañada de
tanta arrogancia, le interroga:
- Señor
gusano, ¿adónde se está usted yendo?
Irguiéndose
aún más la enfurecida oruga contestó altanera y con mucho énfasis:
- ¡A comer
corazón de choclos negros!
Y
tanto y tanto se irguió el guapo utushcuro, que alcanzó a divisarlo un
chihuaco y se lo devoró.
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Preguntaba
a la huachhua una raposa el porqué sus hijuelos tuvieran las patitas coloradas.
- Sabrás
que yo acostumbro ponerlos sobre las brasas, y el fuego se los enrojece.
Hízolo
así la zorra, que deseaba para sus hijos patitas encarnadas, y los infelices
cachorritos sucumbieron, no dejando más recuerdo que sus cenizas.
Encolerizada
la zorra, buscaba a la nalvada huachhua; pero ésta que la vio venir, se puso a
las espaldas sus polluellos y de un vuelo cayó al otro lado del río.
Así
se libro del zorro poniendo el río por medio, mientras éste buscaba un paso,
en la imposibilidad de vadearlo.
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En ambos casos las moralejas explícitas están ausentes. El narrador se limita a decir, "así dice", quedando a criterio de los oyentes la interpretación de las narraciones. Esta es una estrategia habitual de transmitir mensajes.
El
principio del relativismo y del cambio continuo
En
varios de sus escritos Albert Ellis ha reconocido la influencia de varias de las
concepciones implícitas en la Semántica General del conde Alfredo Korzybski.
Como se sabe, la idea básica de la Semántica General (SG) remarca la
relatividad de las cosas y, por lo mismo, es contraria a cualquier clase de
dogmatismo o pensamiento polarizado. Tal vez la siguiente definición ilustre más
vívidamente la concepción filosófica de la SG: «Un practicante de la Semántica
General es aquél que cuando ve pasar a un hombre con barbas siempre deja
abierta la posibilidad que se trate de una mujer barbada» (Korzybski,
1933). Claramente aquí se delinea un tipo de pensamiento que es opuesto a la
noción aristotélica de que una cosa es A o no es A (pensamiento dicotómico o
blanco-negro).
Cierta
vez en el tiempo, había un gorrión inconformista que decidio no migrar hacia
el sur en el invierno. Sin embargo, muy pronto el tiempo se tornó tan frío que
reticentemente comenzó a volar hacia el sur. Al poco tiempo comenzó a formarse
hielo en sus alas y el gorrión cayó a tierra en medio de un corral, casi
congelado. Una vaca pasó por allí y defecó sobre el gorrión. El gorrión
pensó que este era el fin. Pero la mierda lo calentó y descongeló sus alas.
Tibio y feliz, capaz de respirar, el gorrión comenzó a gorjear. Justo en ese
momento un gato pasaba por allí y se puso a investigar los ruidos. El gato
apartó el estiércol, encontrando al gorrión gorjeante, y prontamente se lo
comió.
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Esta
representación relativista del mundo compartida por la REBT y el Zen, es también
una noción penetrante en la racionalidad andina. La noción de "pachacuti"
(que cambia el mundo) se extiende a la organización del espacio, a las
estructuras políticas del poder e incluso al mundo de los dioses y héroes míticos.
En esta concepción nadie es totalmente malo o totalmente bueno. Todos somos en
cierta forma dioses y demonios. El "saqra" (diablo) tiene algo
de bueno y algo de malo, y los hombres también tienen algo de "sagras",
con una mixtura de fortalezas y debilidades en continua evolución. Los dioses
que, en la mitología andina, tienen mucho en común con los humanos, son también
una conjunción de matices positivos y negativos. Más aún, los dioses y héroes
andinos no son excluyentemente hombres o mujeres; hay dioses hombres-hombres,
hombres-mujeres, mujeres-mujeres y mujeres-hombres. Lo que sucedía en el plan mítico,
como señala Rostworowski (1983), se reflejaba en las estructuras del poder que
regían la sociedad.
El
siguiente cuento picaresco (janra huillacuychacuna) de la tradición oral
huantina (Huanta - Ayacucho), revela el pensamiento relativista y la naturaleza
cambiantes de los hechos y cosas.
Un
muchacho estaba pastando en las
altas punas y, encontrándose con una muchacha, la tumbó.
La
muchacha comenzó a gritar llamando a su hermano menor que se encontraba detrás
de una hondonada:
- ¡pedrito, hondéalo!
¡Pedrito, hondéalo!
El
muchachito, dejando de hacer su faena, se aprestó apuradamente a huaraquear al
mozalbete que estaba abusando de su hermana.
Seguro
habría sentido gran placer la muchacha, para que gritara una nueva orden:
-
¡Pedrito, Pedrito, ya
no lo hondees! ¡Me podrías golpear en las nalgas!
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Kwee
y Ellis (1998) señalan que definitivamente la REBT y el Zen Budista difieren en
sus prácticas concretas cuando tratan con las cogniciones. La REBT está
interesada en cambiar las cogniciones irracionales y reemplazarlas con
cogniciones racionales a través de un proceso de diálogo interno y también vía
los cambios en las conductas y sentimientos. El Zen Budista procede implícitamente
de igual modo y considera al diálogo interno tan sólo como una parte de la
conciencia y, en cierto sentido, una innecesaria limitación de la conciencia
con relación a la facultad verbal.
El diálogo interno que, dependiendo de los autores, también recibe el nombre de "autocharla", "monólogo interno", "autoinstruc-ciones" o "autodeclaraciones", sienta las bases para implementar estrategias encaminadas a modificar las cogniciones negativas perturbadoras, o "pensamientos hediondos" en la terminología de Neuróticos Anónimos". Lo que uno se dice a sí mismo tiene una vital importancia, e influye dramáticamente en las emociones y conductas de las personas.
Una
mujer enferma había visitado a
muchos doctores y había probado ya varias medicinas, pero sin obtener realmente
ninguna ayuda. Desesperadamente ella vino donde el maestro Zen quien le asignó
la tarea de repetir el siguiente mantra al menos diez minutos al día: "Yo
no estoy enferma, yo soy saludable". Después de unos pocos meses ella se
recuperó. Debido a que su vida sexual había decaído, ella regresó donde el
maestro Zen por otro mantra. Cuando ella regresó a su casa su esposo lo
esperaba para conocer su nueva asignación, pero ella se rehusó a decírselo.
Durante los meses siguientes su libido mejoró, y el esposo estaba a la vez muy
curioso y satisfecho. Un sábado por la noche el esposo fue incapaz de refrenar
su curiosidad y sigilosamente se acercó a la puerta del baño donde, para su
sorpresa, escuchó que su esposa murmuraba: "El no es mi esposo, él no es
mi esposo, él no es mi esposo".
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Había
en una época una pobre mujer que, a causa de la sequía, se sentía muy apenada
porque no podía alimentar bien a sus dos pequeños hijos. Como vivía sola no
tenía con quien compartir sus penas y sólo podía hablar consigo misma. Un día
cuando tenía una ración de cancha que sólo alcanzaba para sus hijos, para
calmar su hambre, derramando abundantes lágrimas sobre su regazo, se dijo:
"Estoy saciada, he comido mucha cancha". Después, cuando salió
afuera para ver si llovía, vió que sus maizales lucían con grandes mazorcas
de choclos. Otro día, cuando sólo tenía una papita que dar a sus hijos, se
dijo: "Estoy saciada, he comido mucha papa", y cuando salió a ver si
llovía, vio que su chacra de papas estaba rebosante de alpuntos. Así sucedió
hasta que llegaron las lluvias y humedecieron el ubérrimo regazo de la madre
tierra.
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REFERENCIAS
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[1] Psicólogo, Unidad de Epidemiología, Docencia e Investigación del Hospital Hermilio Valdizán
e-mail: emanriqueg@terra.com.pe
* El zorro es una presencia constante en la tradición oral andina, y es el animal más digno de observación por su astucia e inteligencia. Sin embargo, como lo plantea la REBT, la inteligencia (CI) no es suficiente para una vida emocionalmente saludable. Hace falta, fundamentalmente, la puesta en acción de la inteligencia emocional. Quizás por esto, el zorro, que ya aparece en el manuscrito del Siglo XVI "Dioses y hombres de Huarochirí" ,con el famoso diálogo entre el zorro de arriba y el zorro de abajo, pese a su astucia sufre muchas peripecias a manos de seres menos inteligentes pero más racionales.