Dr. Juan Carlos Lengua Sánchez[1]
______________________________________________________________________
La terapia
familiar sistémica con niños tiene características propias, si bien es cierto la
fuente principal es el modelo relacional, en el presente artículo se revisa
brevemente conceptos que ayudan a entender el rol del niño dentro de la dinámica
relacional de la familia y también dentro del proceso
terapéutico.
Así se hace
referencia al “entonamiento de los afectos” de Stern, a la triangulación, a los
juegos relacionales en que el niño se ve implicado, a la comunicación analógica
como canal a través del cual se realiza el proceso terapéutico y la función del
síntoma del niño dentro del sistema familiar.
Palabras
claves: Juego, Terapia
con niños, Terapia familiar con niños.
Child Systemic Therapy has its own characteristics, even though it is
based on the relational model. This is a review of concepts related to the child
role playing in the family dynamics and the therapeutic
process.
We refer to Stern’s concept of “affective tuning”, triangulation,
relational playing, analogical communication as a medium for therapeutic
process, and the development of child symptoms in the family
system.
Key
words: Child
therapy, Family therapy
in Child.
______________________________________________________________________
Si algo caracteriza al juego de los niños es la creatividad, el
sentimiento y el compromiso. Es impresionante verlos implicados completamente en
una actividad tan creadora como vivencial. Es por ello que el esfuerzo realizado
en la Terapia Familiar Sistémica para incluir al niño en las sesiones, la ha
enriquecido.
Sin embargo para poder entender el rol, la vivencia y la influencia
del niño en la interacción familiar es importante tener en cuenta una serie de
principios que a continuación se precisan.
“El eslabón de plata, el lazo de seda que corazón a corazón, y mente
a mente en cuerpo y alma unir pueden”
Sir Walter Scott.
Quizás el más impresionante, incluso para los padres mismos, es el
siguiente: Nadie mejor que el niño sabe
lo que siente Papá y Mamá.
En innumerables ocasiones en el trabajo terapéutico con las familias,
el niño nos sorprende expresándonos en que ya sabía -a pesar de los esfuerzos de
los padres para ocultárselo- que la madre estaba triste, ansiosa, que los padres
ya han pensado en la separación, que es mejor no preguntar sobre ciertos temas
familiares porque eso causaría dolor en uno de los padres,
etc.
Stern (1991) menciona un fenómeno de intercambio ínter subjetivo
entre el niño y la madre, producto de un proceso de compartir estados afectivos
que denominó “Entonamiento de los
afectos”. Para ello, según el autor, es necesario que se produzcan varios
procesos que resumiremos de la siguiente forma:
Primero, el progenitor tiene que poder leer el estado afectivo del
infante en su conducta
abierta.
Segundo, el progenitor debe poner en ejecución alguna conducta que no
sea una imitación estricta, pero que sin embargo corresponda de algún modo a la
conducta abierta del bebé.
Tercero, el infante debe poder leer esa respuesta parental
correspondiente como teniendo que ver con su propia experiencia emocional
original y no como mera imitación.
Solo en presencia de estas tres condiciones los estados emocionales
de una persona pueden ser conocidos por otra y podrán sentir ambas, sin usar el
lenguaje, qué se ha producido la transacción.
Es en virtud de dicho fenómeno que los padres, sin desearlo muchas
veces, comparten sus más profundos sentimientos (tristeza, cólera, frustración,
alegría, etc) con sus hijos .
Además, por ser el niño el menos diferenciado de la familia (masa
indiferenciada del yo familiar, Bowen, 1991) frecuentemente puede verse
implicado afectivamente en los conflictos que acontecen en la
familia.
Por ello, por ejemplo durante la sesión familiar, la conducta del
niño puede ser vista como la de un “barómetro afectivo familiar” que nos señala
cuando nuestra intervención ha tocado un área sensible en la familia, no solo en
la dimensión relacional sino también en el nivel más profundo del alma de uno o
varios miembros de la familia.
Otro aspecto importante a señalar es el mencionado por Jalenques y
Lachal (1992), quienes refieren que el
sufrimiento del niño ansioso (válido también para otras penurias, como la
tristeza, por ejemplo) se expresaría no solo a través de su comportamiento, sino
también en la relación con sus padres. Ellos describieron tres tipos de
conducta que permiten objetivarlo mejor: la inhibición, la conducta de evitación
y la dependencia ansiosa.
En esta relación con el niño, los padres participan con toda su
dimensión psíquica, con sus “maletas” al decir de Tilmans (1980), esta incluye:
su historia personal (infancia, experiencias anteriores, relación con sus
propios padres, etc), expectativas personales conflictos, mitos (individuales,
familiares, sociales), entre otros. Por ello, los padres podrían reactualizar en
la relación con sus hijos sus propios conflictos no resueltos, sea con ellos
mismos o con sus propios padres (Richter,1972).
Aquí para ilustrarlo mejor quiero traer a la memoria el caso de
Lucia, niña de 9 años a quien atendí en el Dpto. de Salud Mental del niño,
adolescente y la familia del Hospital “Hermilio Valdizán”, por bajo rendimiento
escolar. Durante la entrevista la madre nos expresó el “drama” que significaba
para ella, ayudar a la niña en sus
tareas escolares y nos conmovió más cuando nos confesó entre cólera y dolor:
“mire usted, esta niña es tan testaruda que de verdad quisiera matarla”. En
estos momentos nos precisa que esta sensación la tenía desde hace varios años,
que estas “sesiones” duraban ¡hasta cuatro horas seguidas¡ en que los gritos e
insultos de la madre eran seguidos del silencio de la niña, páginas en blanco de
sus tareas, maltrato físico a la niña y al final la madre estallaba en
llanto.
Con la hipótesis de que todo lo que acontecía en esta relación no
provenía solo de la niña, sino que también había una tercera persona implicada,
preguntamos ¿de quién había heredado esa terquedad, la niña?; “del padre...
incluso siempre me hace recordar a él” respondió la madre. Después nos relató
cómo inició su drama: a los 17 años de edad conoció a un hombre de 30 años quién
con promesas -y un amplio prontuario policial acuestas- logró seducirla e
implicarla en una relación que le costó a ella el rompimiento con su propia
familia. Es así como a sus 17 años ella se encontró con un embarazo no deseado y
sola, dado que el hombre estaba más ocupado en sus conflictos con la policía,
“la vida se volvió dura y cruel... y todo por ese hombre”, finalizó diciendo la
madre entre lágrimas, cólera y amargura.
Ante esta historia comprendimos mejor, que en realidad la madre a
través de la relación con la niña, reactualizaba la cólera que sentía hacia el
padre de la niña y además
“arreglaba sus cuentas pendientes a través de la
niña”.
Con estas consideraciones, quizá la idea mas uniformemente aceptada
en terapia familiar sea que los problemas de un niño suelen estar ligados a
algún conflicto entre miembros adultos de su familia; con frecuencia vemos que
el niño forma parte de una interacción
triangular en la que el estrés entre adultos se desvía o se expresa a
través de los problemas del niño.
En este sentido varios tipos de sistemas triádicos son posibles. Así,
Haley (1977) menciona el triangulo
perverso, en donde uno de los adultos, en conflicto encubierto, trata
sutilmente de obtener el apoyo del niño para enfrentar al otro adulto. También
puede ocurrir que una pareja use a su hijo para que le ayude a “negar” (o
desviar) su conflicto, Minuchin denomina “desviadora” a este tipo de
tríada.
En otras situaciones el niño se sacrifica a fin de evitar la
desintegración del matrimonio de sus padres, este rol del “niño abnegado” (Wachtel, 1997), es
más bien activo, “perturbador” por “amor” a la familia y por lealtad hacia los
padres.
Otra situación que se da es la PARENTIFICACIÓN, para
I.Boszormenyi-Nagy (1983), es un inversión de los roles padres-hijos, temporal o
continua y le sigue a una distorsión en la relación entre ambos padres, en la
cual uno de ellos pone al hijo en posición de padre o de sustituto conyugal. Un
niño así puede devenir en padre o madre de sus propios
padres.
La
parentificación puede ser un proceso normal de Otro concepto importante es que el niño puede ser inducido a actuar
aspectos no reconocidos del Self de un progenitor, como receptáculo de
proyecciones (Ackerman, 1966), o desempeñar el rol de familiares con quienes
éste tiene asuntos pendientes. Es también necesario señalar que el niño puede formar parte de una
trama de patrones de interacción de efectos devastadores para el niño mismo,
como en aquellos Juegos relacionales
que comprenden el maltrato, donde puede jugar roles como el de “chivo
expiatorio”, “de abogado defensor” (con sus riesgos), “el patito feo” o de
“canal” en que el mensaje es dirigido a la abuela o al otro
padre. Stefano Cirillo (1989) señala que en el proceso de este juego
relacional se puede distinguir cuatro etapas: Primera
etapa: donde se
desarrolla un conflicto conyugal explicito. Segunda
etapa: donde a medida
que perdura el conflicto, los hijos son empujados a entrar en el “campo de
batalla” y a ponerse de parte de uno de los padres. Tercera
etapa: en la cual se
aprecia la coalición activa del hijo, en donde el niño que se ha inclinado hacia
uno de los padres, comienza a dirigir su propia hostilidad hacia el otro
padre. Cuarta
etapa: en la que se
aprecia la instrumentalización de las respuestas del niño, en esta etapa el
juego familiar se vuelve más complejo ya que el niño asume, a su vez, la
posición de instigador activo del maltrato. Al final el niño con su conducta, “protege” a la “madre víctima” del
“padre agresor”, aún también a ambos padres, puesto que al ponerse en medio de
ellos intenta desesperadamente y muchas veces vanamente de distanciarlos para
que “no terminen matándose”. Habiendo planteado estos conceptos, precisaremos a continuación el
estilo de comunicación empleado preferentemente en el trabajo terapéutico con
niños y sus familias. Cabe señalar que el niño cuanto más pequeño, más privilegia la
comunicación de tipo analógica (o no verbal), es decir aquella de los
gestos, el tono de la voz, de la expresión corporal, de la ubicación de los
cuerpos en el espacio, etc.; tan rica en símbolos y significados, y que señala
preferentemente la relación, en la cual la conducta o el síntoma es su más
refinada expresión. El niño a partir de los 12 años, con la finalización del período de
las operaciones concretas (Piaget), se encontrará desarrollado cognitivamente en
un nivel muy próximo al del adulto con toda su lógica y su gramática. Por lo
tanto el niño puede expresarnos muchas cosas analógicamante, por ejemplo, el
silencio del niño en la entrevista con la familia puede decirnos muchas cosas.
Así, puede significar:
§
Que alguien
significativo de la familia podría sufrir si comenzara a hablar (hacer
preguntas). Como ilustración podría mencionar el caso de Miguel, un niño de 7
años que fue llevado a la consulta por presentar “largos períodos de silencio”
-según uno de los padres- y tartamudez. Durante la entrevista con la familia el
niño se mantuvo en silencio. Por lo que siguiendo un viejo consejo de mi
Formadora en Terapia Familiar de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica),
Edith Tilmans; le pedí al niño que dibujara a su familia bajo la forma de
animales; a la mitad de la sesión nos lo entregó. En el papel había dibujado: un enorme
dinosaurio de grandes dientes, un tigre también grande y con afilados colmillos,
a cierta distancia una paloma blanca en vuelo y en medio de las dos fieras un
perro pequeño. Al mostrar el dibujo a la familia, el padre (un taxista de 40 años)
se incomodó profundamente, la madre (una profesora de educación primaria de 38
años) miró al padre con aire de enojó, la hija de 12 años se sonrió y Miguel
tímidamente se ubicó detrás de su hermana. Muchas preguntas surgieron de este dibujo, sin embargo la que más
atrajo nuestra atención fue lo que pude expresar en esta pregunta: ¿Es que en
medio de estos dos “monstruos” (el dinosaurio y el tigre) el pequeño perro
tendrá la libertad de ladrar o tener la alternativa de volar como la
paloma?. Esta pregunta nos daba una idea amplia sobre el contexto familiar en
el cual el niño se encontraba. Posteriormente la madre nos confesó de las
violentas discusiones que ya desde hacía dos años sostenía con el padre de
Miguel, en las cuales habían llegado a episodios de agresividad física mutua,
durante las cuales la hermana
optaba por ir a la casa de una amiguita vecina y Miguel quedaba “paralizado” en
silencio en un rincón de la sala. Indudablemente muchas otras observaciones
podrían hacerse del dibujo hecho por Miguel. Aquí podemos señalar que la comunicación analógica va de la mano con
la noción de Espacio Potencial
de Winnicott, es decir aquel espacio intermedio entre el mundo externo y el
interno del niño, en el cual aplica toda su creatividad para la elaboración de
todos sus conflictos y poder resolverlos lo más adecuadamente posible e
integrarse a su entorno. La terapia es también un espacio intermedio en el cual tanto el niño
como la familia apelan a toda su creatividad para llegar a un equilibrio más
saludable para el sistema. Para ello se pueden emplear distintos instrumentos
como el dibujo, el juego, los títeres o la prescripción de tareas que busquen
proporcionar al niño y su familia de vivencias nuevas y más saludables. Así por
ejemplo, un recurso al cual frecuentemente recurro en el trabajo terapéutico
para propiciar a que un padre o una madre elabore su relación con su hijo o para
explorarla, es la indicación de que la madre organice “lecciones” de juego de
Ludo dos a tres veces por semana, de 20 minutos de duración por vez y en un
horario fijo. No es necesario que conozcan el propósito de la tarea, es más no debe
explicitárselos. Las fuerzas que propician los cambios más importantes deben ir
mas allá de la razón, del hemisferio cerebral izquierdo, deben tocar la esencia
mas profunda del ser, del hemisferio derecho, al decir de Watzlawick (1980) al
nivel del lenguaje analógico. Así una madre luego de realizar esta prescripción durante tres
semanas, nos compartió que era la primera vez que jugaba, puesto que de niña
tuvo una madre tan estricta que permanentemente le exigía dar su tiempo a los
estudios; “así llegué a ser una contadora joven, pero sin saber jugar”, nos
confeso la madre. Esta vez si lo aprendió, pero a través de una relación
gratificante con su hija .De esta manera poco a poco pudo descubrir que el
ayudar a su hija en las tareas (que antes era “un infierno”) podía ser tan
gratificante “como un juego”. LOS NIÑOS EN LA TERAPIA FAMILIAR. Si bien muchos terapeutas presentan problemas para incluir a los
niños dentro de las sesiones con la familia, es importante recalcar, al decir de
E. Tilmans (1981), que un niño puede ser un coterapeuta muy útil; así por
ejemplo, es el mejor indicador de la situación afectiva de la familia y puede
ser la puerta de entrada al sistema familiar, con la condición que el terapeuta
sea capaz de utilizar el movimiento y la acción en términos interacciónales a
fin de crear un terreno de reencuentro entre adultos y niños. Así el juego y el
dibujo, por ejemplo, pueden ser medios eficaces para recolectar información del
sistema familiar, recordando siempre que todo ello se hace otorgando una
importancia particular a la comunicación analógica o no
verbal. El juego también puede servir para reestructurar el sistema familiar,
en función de su significación metafórica y en tanto que parte de una
prescripción o de una estrategia más amplia que tenga por objetivo provocar un
cambio en las reglas del sistema familiar. Por su gran simplicidad y
temporalidad puede ser utilizado en operaciones de reestructuración, si el
terapeuta utiliza ciertas reglas disfuncionales y las adopta como reglas de un
juego, entonces puede ir más allá de una simple actividad
lúdica. Los juegos pueden revelar la naturaleza paradojal de los mensajes, en
los cuales los niveles digital y analógico están en contradicción. Los juegos
revelan también el nudo de un problema, sin empujar a los participantes hacia
una escalada fútil y exasperante porque “no es más que un juego y no hay razón
de tomarlo muy en serio”. Otro aspecto importante es, como lo señalaba Cloé Madanes(1984), “la
conducta con que el niño protege a sus padres es función del sistema de
interacción familiar”. Al final el niño está implicado en un “juego relacional”
que busca proporcionar al sistema un equilibrio en que su sacrificio es la
piedra angular; por ello uno de los objetivos primordiales del terapeuta es el
de descubrir quienes más están implicados en este “juego relacional” en el que
hay reglas implícitas que lo determinan, como por ejemplo, el que está prohibido
terminar o abandonar este juego; en tal sentido instrumentos como la “escultura
familiar” suelen ser útiles. El terapeuta puede planear una estrategia para intentar resolverlo,
en ella debe considerar: Al final el terapeuta deberá desplegar toda su creatividad para
resolver el problema, la misma que emplea el niño cuando juega, la misma que
pude descubrir en los ojos de mi hija cuando
jugaba. BIBLIOGRAFÍA. Andolfi M. (1979). La Therapie avec la famille. Paris. Editorial
ESF. Bowen
M. (1991). De la familia al Individuo. Barcelona. Editorial
Paidos. Boszormenyi-Nagy Ivan. (1983). Lealtades invisibles. Buenos Aires.
Editorial Amorrortu. Cirillo Stefano (1991). Niños maltratados. Barcelona. Editorial
Paidós. Jalenques I. (1992). Les états
anxieux de l’enfant. Stern
Daniel (1991). El mundo interpersonal del infante. Buenos Aires.
EditorialPaidós. Madanes C. (1984). Terapia familiar estratégica. Buenos Aires.
Editorial Amorrortu. Miermont
J. (1987). Dictionnaire des Thérapies familiales.
Tilmans E. (1981). La creation de l’espace thérapeutique lors de
l’analyse de la demande. Therapie Familiale. Geneve. Vol. 8-N° 3,
p229-246. Tilmans E. (1980) La terapia familiar y su aproximación especifica en
el caso de niños pequeños. Lyón, 4° Jornadas de Terapia
Familiar. Wachtel E. (1997). La clínica del niño con problemas y su familia.
Buenos Aires. Editorial Amorrortu Watzlawick P. (1972). Une
logique de la communication. Watzlawick
P. (1980). Le langage du changement. Winnicott
D.W. (1975). Jeu et réalité, l’espace
potentiel.
[1]Médico –Psiquiatra Infantil, Jefe del Departamento
de Salud Mental del Niño, del Adolescente y de la Familia del Hospital “Hermilio
Valdizán”.
transmisión de los roles parentales y de regulación de las tensiones
transgeneracionales y es necesaria para el crecimiento emocional del niño,
permitiéndole identificarse a roles futuros de responsabilidad, siempre y cuando
sea transitoria y no comprenda el rol de sustituto conyugal. Cuando se torna en
un modo habitual y prevalente de relación, la parentificación deviene en un
proceso patológico y la explotación del niño por sus padres puede entonces
conducir a perturbaciones psicopatológicas que impedirán la maduración adecuada
del niño.
La
comunicación analógica y el espacio intermedio en la terapia sistémica con
niños